Granada volvió a llenarse de propios y visitantes para degustar el día, pasear en las proximidades de la parroquia de la Carrera y verla antes de la procesión. En el mediodía de ayer era prácticamente imposible adentrarse en la basílica pues una auténtica marea de granadinos se arracimaba en la puerta haciendo casi imposible su acceso al interior. Velas, recuerdos y oraciones se daban cita en este lugar de la ciudad, esperando la llegada de las seis y media. A esa hora los cohetes, aplausos y vítores inundaron la Carrera ahogando el sonido del himno nacional que interpretaba la banda de Ejército en el momento de la salida de la Patrona. El palio, que se estrenaba con buen efecto ayer en los bordados de las caídas delantera y trasera, cubrió a la Virgen mientras se repetían las instantáneas habituales de las lágrimas, los ‘vivas', la emoción, los nervios y el estruendo de la palma real.
Siempre fieles
A partir de ese instante todo fueron alabanzas a la Patrona, Granada se volcó nuevamente con Ella y la acompañaron con hermandades, devotos, fieles, largas filas de ellos con velas en las manos, corporaciones e instituciones, cofradías, Ejército y toda la oficialidad de Granada y su provincia. Este año volvía a estar presente en la procesión el presidente de la Diputación Provincial, en la persona de Sebastián Pérez Ortiz. La corporación municipal iba encabezada por el alcalde, José Torres Hurtado, y los ediles ‘populares', junto a la representación socialista encabezada por Francisco Cuenca.
En la Carrera, apostada en una valla de protección, Margarita Ruiz miraba con emoción a la Virgen. Le preguntábamos qué le pasaba. «Siempre estoy aquí en este mismo lugar desde hace muchos años. Venía con mis padres y abuelos desde Nigüelas. Ahora que vivo en la capital vengo con mis hijas y espero seguir haciéndolo mientras las piernas me resistan». Algo había en sus ojos que llamaba a una especial ternura. «No sé cuánto tiempo me resistirán, pero aquí estoy». En las manos de algunos fieles las velas se multiplicaban. «Llevo una por cada petición que le hago a la Virgen. Seguro que me ayuda». La lacra del paro y las enfermedades son las principales preocupaciones de los granadinos que ayer se quedaban prendadas a sus plantas sobre las rosas, claveles, gladiolos y nardos blancos con los que se habían adornado las andas procesionales.
Hasta seis formaciones musicales integraron el largo cortejo que tiene dos marcados tramos. La Salud, de Churriana de la Vega, la veterana de María Santísima de la Estrella, la banda municipal, la banda de música de la Virgen del Carmen, de Granada, fueron algunas de ellas. El tramo de los fieles que forman de manera anónima y personal la comitiva más popular e informal de la procesión y el otro, el que sucede al estandarte de la hermandad donde se integran sus miembros vestidos de negro -hermanas cofrades, horquilleros, palieros, camareras, junta de gobierno y oficiales-, clero parroquial, arzobispo y autoridades. En la primera, los cortes tradicionales perdidos entre las bandas de música y la espera impaciente de cuantos aguardaban la llegada de la Virgen. En la segunda, más formada y ejemplar -sobre todo entre las hermanas cofrades-, que anunciaba la llegada de la imagen. Casi quinientos horquilleros se turnaron en tandas de treinta y ocho para llevar a la Virgen a los granadinos. «Somos los pies de Ella y nos emociona ver las caras de los granadinos esperándola», nos comentaba uno de ellos próximo al cartel donde se leía el número de la tanda. Estábamos próximos a las ocho de la tarde y aún caminaba la Patrona por la calle Ganivet. El paso de la Virgen era lento y restaban muchas horas. En este espacio una generosa ‘petalá' se arrojó desde edificios de ambos lados de la calle. Sencillamente, espectacular.
Las Pasiegas
Uno de los momentos más esperados cada año es la llegada de la Virgen a la plaza de las Pasiegas. Es el lugar por donde cofradías y asociaciones religiosas más próximas están a la Catedral, edificio que bien conoce las tradiciones granadinas. A pesar de que no hace muchos años bordeaba esta plaza la comitiva, ahora se ha convertido en un espacio especialmente bonito para ver a la Virgen. Quizás las calles más estrechas y la emoción se concentran más y allí veíamos un grupo de turistas, con su guía incluido, que mostraba los entresijos de la procesión. «Se quedan boquiabiertos con tanta gente, con tanta emoción y con los ‘vivas'. Seguramente les extraña la forma de expresarnos los granadinos», nos comentó. A las nueve de la noche las calles se cerraban al paso del cortejo y el vaivén del palio dejaba una estampa local siempre pareja a nuestros recuerdos. El arzobispo, monseñor Martínez Fernández, iba de un lado a otro de las aceras bendiciendo y saludando a familias enteras, a niños y a mayores. «Pida usted por mí, que no tengo trabajo», se escuchaba con demasiada frecuencia.
Las hermandades que están vinculadas a la patronal, la de la Virgen de las Angustias de Guadix, la Archicofradía del Rosario y la de Santa María de la Alhambra Coronada, iban más próximas al paso de la Virgen. Luego, las de San Juan de Dios, Jesús Cautivo y la propia Federación de Cofradías. La representación municipal se avanzaba por los porteros de la ciudad y los ediles con las vestimentas oscuras y los emblemas de la ciudad. Igual pasaba con la corporación provincial y precediendo al Ejército, el teniente general Jefe del Madoc, Francisco Puentes, ostentando la representación del Rey Juan Carlos I. La música del antiguo Soria 9, con sede en Sevilla, cerraba la larga comitiva de la Virgen de las Angustias.
Una a una se fue cumpliendo las tandas de los horquilleros. Trece en total. Era el momento de la llegada a la Basílica por la Acera del Darro, bordeando su camarín, para bajar hasta el Humilladero y pasar por delante de la fuente de las Granadas. Un itinerario añadido el pasado año que resulta del agrado de la junta de gobierno de la hermandad. Pasaban las once y media de la noche y la Virgen se acercaba a su basílica para finalizar la procesión de este año. En el ambiente se palpaba ya el cansancio de tantas horas y la emoción aún deparaba su último hálito con la palma real de cohetes que despidieron a la Patrona. En su interior, el órgano interpretaba el himno a la Virgen y el arzobispo despedía la procesión mientras aún seguían entrando granadinos para verla dentro de su Casa.
Allí permanecerá, sobre su paso, aún hasta el miércoles para cuantos deseen venerarla de cerca antes de trasladarse al camarín.
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