Jesús nos entregó a María por Madre en la
Cruz. Y Ella, no ha dejado de ejercer esa labor de Madre amorosa y protectora
de cada uno de sus hijos, de toda la Iglesia en ningún momento.
Con razón varios Papas han afirmado que
estamos en la era de María, ya que Dios ha querido que la humilde esclava del
Señor, venga al encuentro de sus hijos, recordándoles la verdad del Evangelio,
la necesidad de la oración, el amor derramado en la Eucaristía, el perdón y la
misericordia celebrada en la confesión, y la urgencia de dar testimonio de
nuestra fe con nuestra palabra, pero sobre todo con nuestras obras.
Si María obtuvo de su hijo, que
transformara el agua en vino…cuánto más hará hoy, para que el agua de nuestros
miedos, de nuestras enfermedades, de nuestros complejos, de todo lo que nos
ahoga, se transforme en el vino de la confianza, de la paz, del consuelo, del
gozo en el Espíritu.
Y lo mismo que Dios eligió a María,
humilde como ninguna otra, para engrandecerla…también hoy sigue eligiendo a
personas como Bernardita, que sumida en la más grande pobreza, y faltándole de
todo…dio lecciones tan grandes de fe, de amor, de entrega al Señor…y en esas
obras que el Señor realizó en su vida, nadie podía dudar, de que era la mano de
Dios, quién hacía todo lo que en ella contemplaban.
Ojalá que también nosotros, dejemos que el
Señor actúe en nuestra vida, que sea el verdadero protagonista de todo lo que
suceda en nuestro caminar…dejándole tomar las riendas en la toma de decisiones,
cada vez que tengamos que elegir entre varias opciones.
Aprendamos de la Virgen, de Santa
Bernardita, a aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida, llevando los
sufrimientos con la confianza, de que el Señor nos sostiene, y no dejará que
nuestro pié tropiece, que nos caigamos y no podamos levantarnos.
Pidamos hoy al Señor y a la Virgen, que
sanen nuestro corazón, sacando de él, toda envidia, todo rencor, todo mal…que
sane nuestro interior, nuestras enfermedades, nuestras faltas de confianza en
Él.
Supliquemos al Señor, que también nosotros
seamos salud para nuestros hermanos, compartiendo nuestro tiempo, escuchando,
rezando por los demás, procurando el bien de todos, y no siendo medio, para que
nadie sufra de ninguna manera.
Si así vivimos, hemos respondido a la
llamada que nos hace el Señor, a la invitación que nos ofrece la Virgen, para
cambiar de vida, para vivir una auténtica conversión.
Madre de Lourdes, rocíanos con el agua
fresca de tu fe….de esa esperanza que no se apagó ni en los momentos más duros,
de ese amor y caridad, que te hace aún venir, en auxilio de todos tus hijos.
Virgen de Lourdes, ruega por nosotros.