NOVENA A SAN ROGELIO
Por la señal de la Santa Cruz...
ACTO DE CONTRICCIÓN: Señor
mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío;
postrado en vuestra presencia, confieso que he pecado contra Vos,
detesto mis culpas, doliéndome de todo corazón al haberlas cometido, por
ser ofensas a Vos, y propongo firmemente con el auxilio de vuestra
divina gracia, no volver a cometerlas. Espero
que vuestra misericordia infinita me perdonará, y por medio del
glorioso San Rogelio, os ofrezco en sacrificio mi corazón humillado, con
el conocimiento de mis miserias y contrito con el dolor de haberos
agraviado, y espero de vuestra divina bondad, poderosos auxilios, para
resistir a las insinuaciones del mal en esta vida, y después veros y
gozaros eternamente en la gloria. Amén.
Oración inicial para todos los días:
Sagrado
Mártir de Cristo, Ilustre Héroe de su milicia sagrada, hombre de toda
virtud, baluarte inexpugnable de la fe, que expusisteis vuestra vida al
rigor de los martirios más severos, tolerando intensísimos tormentos y
derramando tu sangre preciosa, hasta dar la vida a los filos del
cuchillo, por amor a Cristo. Haced
glorioso protector nuestro, que imitando tus virtudes, practiquemos
nosotros la misma constancia en nuestra vida cristiana, para que
ayudados por vuestra poderosa intercesión, alcancemos del Señor a través
de vuestros méritos, todo aquello que necesitamos, siempre que sirva
para honrar aún más con nuestra vida al Señor y sea bien para nuestra
alma, para que alabándole en esta vida, le gocemos en el cielo. Amén.
Señor mío Jesucristo, que
declarasteis: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos”, humildemente os rogamos que dicha
bienaventuranza se haga realidad en nuestra vida, como lo fue en la vida
de vuestro siervo San Rogelio, el cual, eligiendo voluntariamente la
vida en pobreza, por amor vuestro, os ofreció hasta la propia vida.
Os ofrecemos los méritos de este esforzado Mártir, para que por ellos, no sólo me concedáis la verdadera pobreza
en el espíritu, sino también la posesión del Reino celestial,
juntamente con la necesidad que os suplicamos vuestra ayuda en esta
novena, si es de vuestro agrado. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria.
Se ruega al Señor por aquello que necesitamos.
Oración final para todos los días:
Soberano,
Eterno y Poderoso Dios, que sois uno en esencia y trino en persona y
que ostentáis vuestra omnipotencia en ser creador y conservador de todo
lo visible e invisible. Para
consuelo de nuestras aflicciones, socorro de nuestras necesidades y
remedio de nuestros males, dispuso vuestra providencia divina, el darnos
por Patrón y Abogado al glorioso San Rogelio.
Te
pedimos por su intercesión, que nos concedas el perdón de nuestros
pecados y la gracia que esperamos conseguir en esta novena. Para que sus
méritos sean la medicina en nuestras enfermedades y el seguro asilo en
nuestras miserias. Concédenos la fertilidad de nuestros campos. Asiste
siempre a nuestros gobernantes, para que sus disposiciones sean las más
acertadas y útiles para la gloria de Dios y bien de los hombres y
mujeres.
Dirige
al Papa Benedicto y todos los que tienen responsabilidad al frente de
la Iglesia. Y guía a todas las almas del universo, para que a todas
alcance tu amor inagotable y para que todas alaben vuestro santísimo
nombre y cumplan tu voluntad en la tierra así como después en la gloria.
Amén.
Meditación para el día segundo
Señor
mío, Jesucristo, que declarasteis: “Bienaventurados los mansos y
humildes de corazón, porque poseerán la tierra”, os rogamos nos
concedáis esta bienaventuranza, como se la concedisteis a vuestro siervo
San Rogelio. Quién como cordero afable entre sangrientos lobos, fue
llevado a la muerte, sin que al golpe de insolentes castigos, abriese su
boca, poseyendo ya desde aquél momento en paz, la tierra de su corazón y
consiguiendo la prometida de la patria celestial.
Os
ofrecemos los méritos de vuestro humilde siervo suplicándoos que
alcancemos la humilde mansedumbre que hace bienaventurados, y
la
tierra prometida a los que lo son, así como aquello que necesitamos y
que os suplicamos en esta novena, si es conforme a vuestra divina
voluntad. Amén.
Meditación para el día tercero
Señor
mío, Jesucristo, que declarasteis: “Bienaventurados todos los que ahora
lloran, porque serán consolados”, os rogamos humildemente que nos
concedáis esta bienaventuranza como se la concedisteis a vuestro
afligido Mártir, San Rogelio, que sembrando, dulcemente compasivo,
tiernas lágrimas de compasión, cogió abundante cosecha de júbilo y fue
consolado en la gloria.
Os
ofrecemos los merecimientos de este compungido siervo vuestro, y os
suplicamos nos concedáis verdaderas lágrimas de contricción de nuestras
culpas, el consuelo de vuestro perdón y lo que os pedimos en esta
novena, si conduce a nuestra salvación. Amén.
Meditación para el día cuarto
Señor
mío, Jesucristo, que declarasteis: “Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia, porque ellos serán satisfechos”, humildemente
os rogamos nos concedáis esta bienaventuranza, como se la concedisteis a
vuestro justificado Mártir. Quién por su hambre y sed de recta
justicia, batalló contra la injusticia, hasta dar su vida, logrando el
precio de la gloria.
Os
ofrecemos los merecimientos de San Rogelio, y os suplicamos nos
concedáis la justificación de nuestros procederes, para que logremos la
saciedad perdurable y lo que necesitamos en esta novena, si es
compatible con vuestra divina justicia. Amén.
Meditación para el día quinto
Señor
mío, Jesucristo, que declarasteis: “Bienaventurados los
misericordiosos, porque alcanzarán misericordia”, humildemente os
rogamos, nos concedáis esta bienaventuranza, como se la concedisteis a
vuestros misericordioso Mártir, en quién resplandeció tanto la
preocupación y atención por el prójimo, que la ha conservado aún más
allá de la muerte, pues continuamente ruega por nosotros.
Os
ofrecemos los merecimientos de este piadoso imitador vuestro, y os
suplicamos que también nosotros os imitemos, en vuestra misericordia
para con todos los seres humanos, y alcancemos también vuestra
misericordia para con nosotros, así como lo que os pedimos en esta
novena, si no se opone a vuestra honra y gloria. Amén.
Meditación para el día sexto
Señor
mío, Jesucristo, que declarasteis: “Bienaventurados los limpios de
corazón, porque verán a Dios”, humildemente os rogamos nos concedáis
esta bienaventuranza, como se la concedisteis a vuestro Mártir, San
Rogelio. Quién por conservar la pureza de su corazón y lograr el
galardón de veros, sufrió tantas muertes como tormentos y suplicios
padeció, conservándose puro y limpio entre los errores, la superstición y
la falta de coherencia en la propia fe de tantos cristianos de su
tiempo.
Os
ofrecemos los merecimientos de este castísimo amigo vuestro, y os
suplicamos nos concedáis verdadera candidez de corazón, para que
logremos veros en la otra vida, y en esta, lo que os pedimos en esta
novena, si es para vuestro honor y vuestra gloria. Amén.
Meditación para el día séptimo
Señor mío, Jesucristo, que declarasteis: “Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados <>”, humildemente os rogamos, nos concedáis esta bienaventuranza, como se la concedisteis a este sufrido Mártir.
Quién se mostró con tanta paz en las persecuciones y cruel martirio que padeció, que fue la admiración de sus propios verdugos.
Os
ofrecemos los merecimientos de este pacífico Santo, y os suplicamos que
nos deis verdadera paz con Vos, Señor, y con nuestros prójimos, de modo
que merezcamos ser “hijos vuestros” y al mismo tiempo, escuchéis
nuestra oración que os suplica por lo que tanto nos preocupa y que os
rogamos en esta novena, si es de vuestro agrado. Amén.
Meditación para el día octavo.
Señor
mío, Jesucristo, que declarasteis: “Bienaventurados los que padecen
persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos”,
humildemente os rogamos, nos concedáis esta bienaventuranza, como se la
concedisteis a vuestro perseguido Mártir, San Rogelio, que por defender
la verdadera justicia, lo persiguieron infames tiranos hasta su muerte,
con la que triunfando, ganó el Reino de los Cielos.
Os
ofrecemos los méritos de este Ilustre Perseguido, para que no
desmerezcamos el mismo Reino ni la gracia que os pedimos en esta novena,
siendo para vuestro mayor gloria y bien de nuestra alma. Amén.
Señor
mío, Jesucristo, que declarasteis: “Bienaventurados a los que por mi
causa son malditos de los hombres, son perseguidos, o hablen mal de ellos,
porque obtendrán su premio en el Reino de los cielos”, humildemente os
rogamos que nos concedáis esta bienaventuranza, como se la concedisteis a
vuestro glorioso Mártir, San Rogelio. Quién lleno de una gran caridad,
rezando por sus perseguidores, consiguió la copiosa paga que goza en los
cielos.
Os
ofrecemos los merecimientos de este héroe singular, y os suplicamos nos
concedáis que con encendida caridad nos preocupemos de los que nos
persiguen, perdonándolos de corazón, para que así alcancemos la misma
retribución en el cielo, que logró San Rogelio, y aquí en la tierra, la
gracia que pedimos en esta novena, si es para gloria vuestra y bien de
nuestra alma. Amén.
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