Estamos muy acostumbrados a ver a la Virgen del Carmen, como la Estrella de la mañana, que en el mar de la vida, nos lleva al mejor puerto, con el salvavidas de la fe, y con la confianza, de que, la devoción a Ella, es camino seguro para encontrarnos con Cristo.
Y si esta imagen, es la más extendida actualmente, no menos, la de la Madre, que no sólo nos ayuda en esta vida, sino que también, permanece a nuestro lado en el momento de nuestra muerte, como permaneció al pié de la Cruz de su Hijo Jesús, para sostenernos, para llenarnos de paz, para llevarnos al cielo.
La Virgen del Carmen, es aquélla que nos lleva por la senda que lleva al cielo, y si en esa senda, debemos de esperar, a estar completamente limpios de nuestro pecado, Ella, procura, que cuánto antes, se produzca ese encuentro entre nuestra alma y Dios.
Por eso, este mes de Noviembre, en el que tenemos presentes a todos nuestros seres queridos que han muerto, la Virgen del Carmen, es un referente para todos nosotros, pues nuestra oración por todos ellos, es recogida entre sus manos, y presentada a Dios. Y esta confianza se mantiene en una larga tradición eclesial, defendida con el paso de los siglos.
El Santo Escapulario es el gran don
que María, omnipotente ante su Hijo Dios, toda corazón
para con sus hijos, los hombres, tesorera de todas las gracias,
nos trajo del cielo, haciéndonos en él, las más
preciosas promesas que pudiéramos desear. Muy bien ha sido
llamado el SACRAMENTO DE MARIA.
"Su misma nobleza de origen,
decía el Papa León XIII, su venerada antigüedad,
su extraordinaria propagación, así como los saludables
efectos de piedad por él obtenidos, y los insignes milagros
obrados por su virtud, lo recomiendan con el mayor encarecimiento".
A él ha vinculado la Virgen dos maravillosas promesas:
Primera promesa
Es la gran promesa, el privilegio
de preservación o exención del infierno para cuantos
mueren revestidos con el Escapulario Carmelitano.
Orando con fervor
a la Virgen S. Simón Stock, General de la Orden Carmelitana,
apareciósele circundada de ángeles la Stma. Virgen
(15 de Julio de 1251) y entregándole, como prenda de su
amor maternal y de ilimitado poder, el Santo Escapulario, prometióle
que cuantos murieren revestidos de él no se condenarían.
Las palabras de la Virgen fueron éstas: "El que muriere
con el Escapulario no padecerá el fuego del infierno".
Segunda promesa
Estando orando el Papa Juan XXIII,
se le apareció la Virgen, vestida del hábito carmelitano,
y le prometió sacar del purgatorio el sábado después
de la muerte al que muriese con el Escapulario.
María dijo
al Papa: "Yo Madre de misericordia, libraré del purgatorio
y llevaré al cielo, el sábado después de
la muerte, a cuantos hubiesen vestido mi Escapulario".
Tal es el privilegio Sabatino, otorgado
por la Reina del Purgatorio, a favor de sus cofrades carmelitas,
el Papa Juan XXII y promulgado por éste en la Bula Sabatina
(3 de Marzo de 1322) aprobada después por más de
veinte Sumos Pontifices.
Por él, el Sábado siguiente
a la muerte de los cofrades carmelitas, o como lo interpreta la
iglesia, cuanto antes, pero especialmente el sábado, según
declaración del Paulo V, la Virgen del Carmen, con cariño
maternal, los libra de la cárcel expiatoria y los introduce
en el Paraíso.
El Papa
Paulo V expidió el 20 de enero de 1613 el Sgte. Decreto:
"Permítase a los Padre
Carmelitas predicar que el pueblo cristiano puede piadosamente
creer que la Bienaventurada Virgen María con sus intececiones
continuas, piadosas sufragios y méritos y especial protección,
ayudara después de la muerte, principalmente el sábado,
día a ella dedicado, a las almas de sus cofrades que llevaren
el habito carmelitano".
Que este mes de Noviembre, no dejemos un día de rezar a la Madre de Dios, a Nuestra Señora del Carmen, por todos nuestros seres queridos que han muerto, para que gocen cuanto antes de la gloria de Dios.
Y no olvidemos, que no hay mayor oración, ni mejor medio para ayudar a nuestros difuntos, que ofrecer la Eucaristía por ellos. Hagámoslo cada día, participemos de la Santa Misa con esta intención, el sufragio por todos nuestros difuntos.
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