Maravillas
de Jesús, virgen Carmelita Descalza
Leía frecuentemente
las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan
de la Cruz y, cautivada por sus vidas y experiencias
espirituales, decidió entrar en las Carmelitas
Descalzas de El Escorial (Madrid) donde ingresó
el 12 de octubre de 1919 recibiendo el nombre de Maravillas
de Jesús. Con este motivo D. Pedro Poveda -que
será canonizado juntamente con ella- le escribió
una carta de felicitación, a la que contestó
agradecida. Tomó el hábito en 1920 e hizo
su primera profesión en 1921. Allí mismo,
detrás de la celosía que da al sagrario
de la Iglesia conventual, recibió en 1923 la
inspiración de fundar un Carmelo en el centro
geográfico de España, El Cerro de los
Ángeles, donde se había levantado el monumento
al Sagrado Corazón de Jesús justamente
el año en que ella había carmelita descalza.
El obispo de Madrid-Alcalá,
Mons. Eijo y Garay acogió y se entusiasmó
con la idea y en 1924 la Hermana Maravillas y otras
tres monjas carmelitas de El Escorial se instalaron
provisionalmente en una casa de Getafe para atender
desde allí la edificación del Convento.
En esa casa hizo su profesión solemne el 30 de
mayo de ese mismo año. En 1926 fue nombrada,
por el obispo Eijo, priora de la comunidad y el 31 de
Octubre se inauguraba el nuevo Carmelo de El Cerro de
los Ángeles.
Como ya entonces acudieron
muchas vocaciones, la Madre Maravillas vio en ello una
señal de Dios para fundar nuevas “casas
de la Virgen”. En 1933, a petición del
obispo, misionero carmelita, Mons. Arana, fundó
otro Carmelo en Kottayam (India) enviando a ocho monjas.
A ella no le permitieron ir sus superiores.
Durante la persecución
religiosa en España a partir de 1931 pasaba todas
las noches muchas horas orando desde su Carmelo, contemplando
el monumento al Sagrado Corazón, y solicitó
y obtuvo permiso del papa Pío XI para salir con
su comunidad, exponiendo sus vidas, si llegara el momento
de defender la sagrada imagen, en caso de ser profanada.
En julio de 1936 las Carmelitas fueron expulsadas de
su Convento y llevadas detenidas a las Ursulinas de
Getafe. Después se refugiaron en un piso de la
calle Claudio Coello, 33, de Madrid, donde pasaron catorce
meses de sacrificios, privaciones, registros y amenazas,
deseando recibir la gracia del martirio. En 1937 la
Madre pudo salir con su comunidad de Madrid y, pasando
por Lourdes entró en España para instalarse
en el abandonado “desierto” de Las Batuecas
(Salamanca), que había podido adquirir antes
de la guerra. Allí y a petición del obispo
de Coria-Cáceres fundó un nuevo Carmelo.
En 1938 hizo voto de hacer siempre lo más perfecto.
En marzo de 1939 pudo volver a recuperar, totalmente
destruido en la guerra, el de El Cerro de los Ángeles,
donde fue elegida nuevamente priora. En este tiempo
dio testimonio de fe, heroísmo y fortaleza, prudencia
y serenidad y de una extraordinaria confianza en Dios.
Además, con hermanas
de algunos de los Carmelos fundados por ella, ayudó
en 1954 al de Cuenca (Ecuador), en 1964 al de El Escorial
y en 1966 al de La Encarnación de Ávila,
donde había entrado y vivido Santa Teresa de
Jesús durante treinta años. En 1960, en
Talavera de la Reina (Toledo), edifica un convento,
también con iglesia de nueva planta, para los
padres carmelitas descalzos. En su vida, además
del P. Alfonso Torres, S.J. fueron sus directores espirituales
el P. Florencio del Niño Jesús, O.C.D.,
y el P. Valentín de San José, O.C.D.
Desde el Carmelo de La
Aldehuela, la Madre Maravillas, donde pasó sus
últimos catorce años, continuó
atendiendo las necesidades de todos esos Carmelos e,
incluso desde la clausura, realizó una labor
social como la construcción de viviendas prefabricadas
y la ayuda en la construcción de una barriada
de doscientas viviendas. A sus expensas hizo edificar
también una Iglesia y un colegio. Sostuvo económicamente
a distintos seminaristas para que pudieran llegar a
ser sacerdotes, realizó una fundación
benéfica para sostener a religiosas enfermas,
compró una casa en Madrid para alojar a las carmelitas
que tuvieran necesidad de permanecer algún tiempo
en tratamientos médicos y costeó al Instituto
Claune la edificación de una clínica para
religiosas de clausura. En la iniciativa y desarrollo
de estos servicios caritativos, que solía empezar
sin medios económicos, confiaba siempre en la
Providencia de Dios, que nunca le faltó.
Se sentía feliz
de ser carmelita descalza, “hija de nuestra santa
madre Teresa” y consideraba un tesoro la vida
y los textos de Santa Teresa de Jesús y San Juan
de la Cruz. Siguiendo las directrices del Concilio Vaticano
II, que aconseja la unión o asociación
de monasterios de vida contemplativa, en 1972 obtuvo
la aprobación de la Santa Sede de la “Asociación
de Santa Teresa”, integrada por los Carmelos fundados
por ella -y por otros que entonces se adhirieron- y,
en 1973, fue elegida Presidenta. En los conventos en
que vivió había sido elegida Priora de
la Comunidad, -en total cuarenta y ocho años-,
mostrando a la vez a sus hermanas caridad y firmeza,
ánimo y consuelo, pidiendo siempre el parecer
de las demás. Irradiaba paz y dulzura en sus
palabras y gestos, de tal forma que quienes la trataron
salieron siempre agraciados con su testimonio de amor
Dios y de disponibilidad a la Iglesia como fiel hija
suya.
La Madre Maravillas de
Jesús es una de las grandes místicas de
nuestro tiempo. Vivió una maravillosa experiencia
de su unión con Dios, con una rica vida interior
como se refleja en las cartas íntimas a sus directores
espirituales, que sólo se han conocido después
de su muerte. Pasó por la vivencia de “las
noches” y por el gozo del amor profundo de Dios
y de su respuesta de amor a Él. La capacidad
de contagiar el amor de Dios le provenía de su
unión con Él y de su gran capacidad y
disposición para la oración. Expresaba:
“Me abraso en deseos de que las almas vayan a
Dios”. Durante toda su vida se entregó
amorosamente al cumplimiento de la voluntad de Dios,
y en la última etapa, ofreciendo su enfermedad
y dando testimonio: “Lo que Dios quiera, como
Dios quiera, cuando Dios quiera” solía
repetir a sus hijas. Amó y vivió la pobreza
y humildad heroicamente, infundiendo este espíritu
en sus hermanas. Destacó también por su
fidelidad al ideal teresiano.
Ya en 1962 había
tenido un trastorno circulatorio del que se repuso.
En 1972 sufrió un paro cardíaco del que
se recuperó, pero su salud quedó ya muy
quebrantada. En la solemnidad de la Inmaculada de 1974,
recibió la Unción de los enfermos y el
santo Viático. Murió, a los 83 años,
en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de
1974, rodeada de sus hijas y repitiendo: “¡Qué
felicidad morir carmelita!”.
Fue beatificada en Roma
por el Papa Juan Pablo II el día 10 de mayo de
1998, sus reliquias permanecen en la Iglesia del Carmelo
de La Aldehuela (Madrid) y su memoria litúrgica
se viene celebrando el 11 de diciembre.
TEXTOS
DE LA MADRE MARAVILLAS DE JESÚS
Yo no quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo.
He tomado a la Virgen Santísima por Madre de un modo especialísimo y ella es la encargada también de prepararme y ampararme.
Me pareció entender que no era lo que le agradaba a Dios lo que fuera mayor sacrificio, sino el cumplimiento exacto y amoroso de su voluntad divina en sus menores detalles, y como quería fuese muy delicada en este cumplimiento, que me llevaría muy lejos en el sacrificio y en el amor.
Hace tiempo que no me cuestan las cosas que quiero hacer por el Señor como antes me costaban, ni nada de lo que Él me envía, por doloroso que sea, porque viendo que es su voluntad, ya es de veras la mía sin esfuerzo alguno.
Me da el Señor tal deseo de amarle, que no sólo durante el día no puedo pensar en otra cosa, quedándose todas las cosas de la vida como por fuera.
Quisiera yo poder, a costa de cuanto fuera necesario, transformar las ofensas que en el mundo se cometen, en gloria, amor y consuelo para el Corazón de mi dulcísimo Jesús. ¡Quisiera tanto amarle de veras y glorificarle! A pesar de mi pobreza me da el Señor un vivo deseo de esto, de borrar, si pudiera, todas las ofensas que se le hacen y de sufrir, pareciéndome esto lo más deseable de este mundo.
Si no me concede la gracia tan inmerecida de poder dar la vida por Él, que es mi mayor deseo, quisiera emplearla toda en sufrir cuanto pudiera por su amor.
Yo quiero a todo trance santificarme, entregar, pero de veras, toda mi nada al Señor.
Estoy contentísima con la idea de hacer así el conventico como los pobres, es decir, como lo que somos. A mi Cristo le gusta que lo hagamos con pobreza, y a mí también....
Da una devoción este trabajar como los pobres. Es que trabajar para ganarse la vida es dulcísimo para el alma y durillo para el tonto cuerpo.
Me figuro que estarán entusiasmadas con el Concilio, ¡qué hermosura y qué felicidad ser hijas de la Iglesia!
¡Lo que Él quiera! Si él no lo quiere, ¿para que vamos a quererlo nosotras?
Hermanas, quisiéramos abarcar el mundo entero, pero como esto no es posible, que no quede sin atender nada de lo que pase a nuestro lado.
La corona no es de los que comienzan, sino de los que perseveran hasta el fin. Esta vida se pasa volando, y lo único que vale es lo que hagamos para la otra.
¿Miedo a la muerte? Si la muerte no es más que echarse en las manos de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, utiliza un lenguaje que no sea ofensivo para nadie. Gracias.