Ayer viernes, 30 de Mayo, fue un día muy emotivo en nuestra comunidad Parroquial. 32 años hacía que D. José Luis, nuestro Párroco, recibía las sagradas órdenes, y comenzaba un peregrinaje por varias parroquias de nuestra diócesis, hasta en los últimos años, servir a nuestra comunidad, dejando en todas ellas la misma impronta: un hombre muy sencillo, muy humilde, que nunca quiere ser centro de atención, que siempre busca que sean los demás protagonistas de todo, y que tiene esa capacidad y gran corazón, para ver siempre algo bueno en los demás, incluso en quién a lo mejor, ni a él lo ve bien, y eso que es difícil, pues en Íllora, a D. José Luis, ya le queremos y le tenemos, como alguién de nuestra familia, alguién que casi nos pertenece, alguién del que no nos queremos separar.
Así, ayer, el Templo se llenó, para acompañarle en la Eucaristía de acción de gracias, para manifestarle a él, toda la admiración y cariño que despierta en nosotros, para alentarle en la labor que realiza.
Moniciones, cantos, felicitaciones, todo destacaba esa escuela de fe que él es, sin mucho hablar, pero con gestos, que son verdaderas homilias.
Con estas fotos, y con retazos de todo lo manifestado y cantado por el coro rociero, dejamos constancia, de la importancia de este hombre en nuestras vidas.
MONICIÓN DE ENTRADA:
Nos
reunimos en esta tarde, para acompañar a nuestro Párroco D. José Luis, en su
acción de gracias personal, que hace a Dios, por esa llamada que ya dura 32
años, y que día a día, es renovada, desde la sencillez y humildad de una
respuesta, que busca siempre, no ser el centro de atención, sino que todos los que
le rodeamos, nos sintamos piezas imprescindibles de la marcha de nuestra
comunidad.
Nosotros
le damos gracias a Dios, por todo lo que nos enseña y aprendemos de sus gestos,
de sus silencios, de sus palabras, y sobre todo, de la fe sencilla, de un
hombre, que se reconoce nada, si nos es porque Dios lo hace todo por Él.
Que
el Espíritu Santo, que aquel 30 de Mayo de 1982, Pentecostés, le impulsó a
lanzarse a la aventura de ser sacerdote, sino llenando su vida y su corazón, de
esa vitalidad y delicadeza que le caracteriza.
Dispongámonos
todos a participar con alegría y con fe de esta Eucaristía.
ACCIÓN
DE GRACIAS
Un
año más, estamos aquí, celebrando la Eucaristía, junto a nuestro Párroco, en
una fecha tan importante, y que a la vez, a nosotros tanto nos dice… pues lo
mismo que a Él, también el Señor llama cada día a la puerta de nuestro corazón,
invitándonos a algo nuevo, animándonos a renovar nuestra fe, a contagiarnos de
alegría, y a no perder nunca la esperanza.
Hoy
damos gracias por estos años, que entre nosotros, D. José Luis, nos está
enseñando, que nuestra comunidad, es la unión de muchas personas, de muy
distinta mentalidad, de muy distintas ideologías, de muy distintos sectores,
que reconocemos que nuestra vida no sería igual sin Dios, y que juntos queremos
marchar a su encuentro, bajo la luz de su Palabra, el aliento de cada
Eucaristía, la carga de nuestras ilusiones y fracasos, y el ánimo, de este
sacerdote, que sin necesidad de decir mucho, tanto nos comunica.
Muchas
cosas, podríamos ahora decir de D. José Luis, pero lo único que lograríamos, es
hacerle pasar un mal rato, pues si algo busca siempre, es no ser el centro de
atención.
Y
esa es su mayor grandeza, querer diluirse en los demás, para que los demás realmente
se sientan lo que son, expresión del deseo de Dios, de que la luz de la fe no
se apague en nuestro pueblo.
Así,
que dando gracias a Dios por nuestro Párroco, le damos las gracias también, por
todo lo que hace por cada uno de nosotros, porque el papel protagonista de la
historia personal, de cada uno de los que hoy estamos aquí, realmente lo tiene
Él, ese Padre amoroso, con el que hablamos, nos disgustamos, nos volvemos a
reconciliar, y tenemos muy claro, que no podemos vivir sin Él.
Gracias,
Señor, por haberte fijado en nuestra arcilla, y por dedicarte plenamente a
sacar de ella lo mejor.
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