Y saliendo de los puntos más diversos de nuestra querida tierra, venidos de toda España y de más allá de sus fronteras, hijos devotos de la Blanca Paloma, se íban congregando, en torno a la Virgen, orando al Espíritu Santo, que derrame el Rocío de su gracia, sobre todos nuestros corazones, y saque lo más bueno que ellos, Dios puso desde el comienzo, para construir un mundo nuevo, en el que todos seamos más hermanos.
Y es que no puede haber cristiano, que no sea mariano, y no hay mariano que no se sienta rociero, cuando a la Virgen la ve, sobre un mar de corazones, que la llevan en la oscura noche de la fe, como un faro que ilumina, a todo el que busca a Cristo, y necesita de su medicina, ese amor fraterno sin igual, que a todos nos hace hermanos, y que mira a los ojos de cada uno, con emoción y respeto.
Y es que el Lunes de Pentecostés, Andalucía y España entera, sólo puede rezar y gritar:
¡Viva la Virgen del Rocío!
¡Viva la Blanca Paloma!
¡Viva la Reina de las Marismas!
¡Viva la Patrona de Almonte!
¡Viva el Pastorcito Divino!
¡Que viva la Madre de Dios!
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