Con sencillez y en familia, nos hemos unido al misterio del
nacimiento del Salvador, nos hemos alegrado, por el ejemplo que la Sagrada
Familia nos deja, para todas las familias cristianas de cualquier época.
Junto a Jesús, hemos terminado un año, y de su mano hemos
iniciado uno nuevo, en el que, Él es la luz, que ilumina el camino de todos los
pueblos y de todos los seres humanos, hacia la verdadera felicidad.
Cristo ha venido para salvar a todos, y en cada uno de
aquellos magos de Oriente, se representaba a todo el mundo conocido por el
momento, expresión del mensaje universal del Señor.
Y hoy, contemplamos al Señor ya adulto, a punto de comenzar su vida pública, su
peregrinación desde Galilea por todo el pueblo judío, anunciando una época de
paz, de igualdad, de justicia para todos.
Y en Él, el profeta Isaías,
ve, la palabra libertadora y justa de Dios, que quiere que cada ser humano, que
cada uno de sus hijos, experimenten su amor, y su deseo de arrancarles del
poder de las tinieblas, de todo lo que nos hace infelices, para que puedan
participar de su luz, de su paz, de la felicidad más plena.
Y para poder caminar por el sendero
de la felicidad, nuestros primeros pasos deben ser la justicia, la defensa del
inocente, la igualdad y la dignidad de toda persona.
Así vivió Jesús, desde su
bautismo, lleno de la fuerza de Dios, pasó haciendo el bien, y curando a los
enfermos. Sin hacer distinciones, sin quedarse en los postulados de la Ley,
teniendo sólo como referente, el mismo deseo salvador del Padre.
Juan íba bautizando a todos
los que escuchando su voz, se preparaban para recibir al Mesías, su bautismo,
era un bautismo de conversión, de cambio de vida, de perdón de los pecados.
Jesús, bautizará con Espíritu, y será el bautismo que nos hace hijos de Dios,
que nos introduce en una nueva vida.
El bautismo de Jesús, es una
invitación a recordar nuestro propio bautismo, lo que significa en nuestra vida
de cristianos.
Somos hijos de Dios, hermanos
de todos, formamos una gran familia, y como en toda familia, vivimos momentos
mejores y no tanto, pero lo importante, es que todos tengamos claro, que lo más
importante que podemos hacer en nuestra vida, es como Jesús, pasar haciendo el
bien, curando a los enfermos.
Porque curar, se cura de
muchas formas, con medicamentos, con ayuda de especialistas, pero también con
la escucha, con la compañía, con la mano tendida, con la cercanía.
Nos debiéramos de plantear, en
qué medida, cada uno, vivimos comprometidos con la realidad, vivimos desde la
justicia, desde la defensa de los más débiles, de los que más sufren.
Pidamos al Señor, que la
fuerza de su Espíritu, nos guíe por la vida, nos llene de la fuerza de Dios, y
nos haga dar un testimonio sincero y fiel de nuestra fe.
Porque por el bautismo, somos
seguidores de Jesús, y le reconocemos, como la verdad, el camino y la vida.
Vivamos con este convencimiento realmente.
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