Hemos terminado ya el tiempo de
Navidad, atrás han quedado esas grandes celebraciones, que a todos nos
recordaban, que la vida encuentra su pleno sentido, cuando la vivimos desde
Jesús y para Jesús.
Él es la luz que ilumina a todas
las gentes, a todos los pueblos, sin distinción, sin complejos, sin miedos. En
la luz de Jesucristo, todo cambia, todo se transforma, todo adquiere su pleno
sentido.
Porque Dios nos ama, con un amor
tan grande, que aún somos incapaces de comprender, porque nos cuesta amar de la
misma forma, en la misma medida.
Nuestro Padre, sale al encuentro
de cada persona, de cada ser humano, de ti y de mi, para entregarte, para
entregarme, todo lo que es, y todo lo que quiere que habite en nosotros.
Nos conoce personalmente. Ante
Él, es imposible ocultar, ni nuestros fallos, ni nuestras virtudes, ni nuestros
aciertos ni nuestros fracasos.
Dios sabe de todas nuestras
preocupaciones, sabe por lo que sufrimos, y por lo que nos alegramos.
Él está atento a cada gesto
nuestro, que es medio para dar vida a los demás, y cuando matamos a nuestros
hermanos…sí, hay que decirlo así, cuando matamos a nuestros hermanos, bien sea
con un arma, o con la decisión de terminar con una vida, o cuando con nuestra
indiferencia, con nuestra lengua, sumergimos a nuestros hermanos en la
oscuridad del desaliento, del rechazo y la soledad, en esos momentos, también
Dios, espera que volvamos la mirada a Él, nos agarremos a su mano, y nos
convirtamos de corazón.
Dios nos ha tomado desde el
vientre de nuestra madre, nos ha llenado de la fuerza de su Espíritu, para que
seamos semillas de unidad, de paz, de encuentro, de fe, en medio del mundo.
¡Si nos diéramos cuenta, de lo
mucho que podemos hacer cada uno por los demás…de lo mucho que espera el Señor
de cada uno de nosotros!
Él no repara en nuestros pecados,
sino en el deseo de unirnos a Él, y juntos transformar la tristeza del mundo en
esperanza.
El mundo no sabe de amor, de paz,
de unidad, porque hemos separado a Dios de nuestro mundo.
Nosotros, le hemos echado de
nuestras familias, de nuestra vida diaria, de nuestros trabajos, de nuestras
ilusiones.
Nos ha incomodado, que nos pida
amar a todos sin complejos, sin hacer distinciones.
No nos ha gustado, que nos diga,
que queremos ser poderosos y ricos, a costa de lo que sea y por encima de quién
haga falta.
Nos dio la libertad para tomar el
camino que quisiéramos, y lo primero que hicimos, fue apartarnos de Él.
Por eso, el mundo vive la
tristeza de no encontrarle sentido a todo lo que pasa en la vida. Por eso, el
mundo está herido por la división, y hasta dentro de la Iglesia, de los
creyentes, hay momentos de oscuridad, de desunión, de ir cada uno por su
camino, sin contar con los demás, y as
Pero, a pesar de todo esto…una
palabra nuestra basta, para transformarlo todo…y esa palabra es: ¡Aquí estoy,
Señor! que se haga tu voluntad.
Porque la voluntad de Dios, es
amarnos con todas sus fuerzas, que nosotros vivamos en ese amor, y que ese amor
lo contagiemos a nuestro alrededor, hasta llenar el mundo entero.
Hay que renunciar a muchas cosas
en nosotros para vivir ese amor divino.
¿No vamos a tener la valentía de
dejarle llenarnos de ese amor?
Meditemos cada uno, si realmente,
Jesucristo, el amor de Dios, centra todo en nuestra vida, o ha llegado ya el
momento, de salir de nuestra rutina, del ritmo que llevamos y decirle a Dios:
¡Aquí estoy, confío en Ti, haz de
mí un instrumento de tu amor en el mundo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, utiliza un lenguaje que no sea ofensivo para nadie. Gracias.