¡Nadie que no asista en esas primeras horas del 9 de Abril, a tus plantas Señora, puede comprender, lo que se siente, al hacer el camino de tu mano, desde tu Ermita hasta el Cementerio, y ser cada uno de nosotros, nuevas Rosarios, extasiados por tu presencia, por tu amor y tu compañía!
Son muchas las imágenes que Chauchina ofrece cada 9 de Abril, pero entre todas ellas, este año me quedo con la del Rosario de la Aurora.
Más o menos a las horas que podría estar Rosario Granados, intentando llegar a la acequia, en la que lavaría sus vendas, que tapaban sus llagas purulentas en las piernas...cientos de personas se encaminaban hacia la Ermita de la Virgen, para encontrar también la medicina, que sana tantas heridas del corazón, tantas esperanzas rotas, tantas ilusiones desvanecidas.
Y allí, Ella, esa misteriosa Dama enlutada, de ojos hermosísimos, te invita a desprenderte de todo, y agarrarte a su mano bendita...y a acompañarla en oración, hacia el Cementerio.
Cientos y cientos de velas, cientos y cientos de pies descalzos...avemarías cantadas, ojos emocionados, rosarios en las manos, y la piel erizada, al ser testigos de este acontecimiento: poder caminar sobre las huellas de la Virgen, sobre las huellas de Rosario, unidos en la oración, a la Madre del Espino, a Jesús Sacramentado.
¡Cuántos jóvenes participan, cuántas personas embelesadas, mirando sólo para el cielo, sabiendo que desde allí, Tú nos mirabas!
Y al volver a tu Ermita, allí, Tú nos esperabas...para decirnos a cada uno, que Jesús es la meta, es nuestra esperanza, y en la Santa Misa, es dónde sobre nosotros se derrama.
La Ermita no es capaz de acoger a tantos corazones, el silencio y la adoración, reinan en la primer Eucaristía de la mañana, y ese mismo ambiente se respirará durante toda la jornada, en cada Eucaristía, en cada oración hecha palabra o mirada.
Y así hasta las cinco de la tarde, en que Tú, sales en procesión, caminando tu imagen, los mismos pasos de la mañana...recibiendo el homenaje, de tantos peregrinos, de tantos hijos, que suspiran a tus plantas.
Y hasta ya casi, los primeros minutos de una madrugada, tu imagen es venerada, llevada sobre unas andas, que más que de plata, son de corazones, que suspiran por la más Bella Dama enlutada.
Gracias, Madre, por permitirnos un año más, poderte acompañar, en esta ocasión con nuestro Párroco, en esa noche llena de emoción, y de oración sin palabras.
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