HORARIOS DE LAS MISAS EN LA PARROQUIA DE ÍLLORA

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DESCUBRIENDO LA SÁBANA SANTA

DESCUBRIENDO LA SÁBANA SANTA

CELEBRACIÓN DEL PERDÓN Y EL AMOR DE DIOS

CELEBRACIÓN DEL PERDÓN Y EL AMOR DE DIOS

TRIDUO CUARESMAL DE LAS COFRADÍAS DE LA PARROQUIA DE ÍLLORA

TRIDUO CUARESMAL DE LAS COFRADÍAS DE LA PARROQUIA DE ÍLLORA

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE ÍLLORA 2024

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE ÍLLORA 2024
A CARGO DE D. SEBASTIÁN CRESPO TORRALBA

NUESTRA MADRE DEL CARMEN DE ÍLLORA

CELEBRACIÓN VIRGEN DE LOURDES 2018 EN LA PARROQUIA DE ÍLLORA

sábado, 5 de noviembre de 2011

VIRGEN DEL CARMEN, CONDUCE A NUESTROS DIFUNTOS, A LAS MORADAS DEL CIELO


ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN POR LOS DIFUNTOS

Piadosa Madre del Carmelo
Protectora de todos los que sufren
y de quienes se purifican para participar
en el gozo celestial,
escucha nuestras oraciones.

Te encomendamos a nuestros hermanos ya fallecidos
especialmente a .............
y a todas las benditas almas del purgatorio.

Intercede ante tu Hijo Jesucristo
nuestro Salvador,
para que sea con ellos juez misericordioso
y les perdone las culpas
que en su fragiliadad cometieron.

Vela por quienes seguimos en este mundo
y concédenos la gracia de amarte
y honrarte para siempre
para que tú nos guíes a tu Hijo
y con Él participemos de la gloria eterna.

Concédele Señor el descanso eterno
a todas las benditas almas.

Brille para ellas la luz perpetua
Por la misericordia de Dios
descansen en paz
todos nuestros hermanos difuntos.
Amén.

ORACIÓN AL FALLECIMIENTO
DE UN SER QUERIDO

¡Oh Jesús, único consuelo en las horas eternas del dolor, único consuelo sostén en el vacío inmenso que la muerte causa entre los seres queridos! Tú, Señor, a quién los cielos, la tierra y los hombres vieron llorar en días tristísimos; Tú, Señor, que has llorado a impulsos del más tierno de los cariños sobre el sepulcro de un amigo predilecto; Tú, ¡oh Jesús! que te compadeciste del luto de un hogar deshecho y de corazones que en él gemían sin consuelo; Tú, Padre amantísimo, compadécete también de nuestras lágrimas. Míralas, Señor, cómo sangre del alma dolorida, por la perdida de aquel que fue deudo queridísimo, amigo fiel, cristiano fervoroso. ¡Míralas, Señor, como tributo sentido que te ofrecemos por su alma, para que la purifiques en tu sangre preciosísima y la lleves cuanto antes al cielo, si aún no te goza en él! ¡Míralas, Señor, para que nos des fortaleza, paciencia, conformidad con tu divino querer en esta tremenda prueba que tortura el alma! ¡Míralas, oh dulce, oh pidadosísimo Jesús! y por ellas concédenos que los que aquí en la tierra hemos vivido atados con los fortísimos lazos de cariño, y ahora lloramos la ausencia momentánea del ser querido, nos reunamos de nuevo junto a Ti en el Cielo, para vivir eternamente unidos en tu Corazón. Amén.

__________

ORACIÓN POR NUESTROS
SERES QUERIDOS

Oh buen Jesús, que durante toda tu vida te compadeciste de los dolores ajenos, mira con misericordia las almas de nuestros seres queridos que están en el Purgatorio. Oh Jesús, que amaste a los tuyos con gran predilección, escucha la súplica que te hacemos, y por tu misericordia concede a aquellos que Tú te has llevado de nuestro hogar el gozar del eterno descanso en el seno de tu infinito amor. Amén.

Concédeles, Señor, el descanso eterno y que les ilumine tu luz perpetua.

Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

__________

ORACIÓN DE RECOMENDACIÓN
DEL ALMA A CRISTO


Señor, te encomendamos el alma de tu siervo(a) ... (mencione su nombre) y te suplicamos, Cristo Jesús, Salvador del mundo, que no le niegues la entrada en el regazo de tus patriarcas, ya que por ella bajaste misericordiosamente del cielo a la tierra.

Reconócela, Señor, como criatura tuya; no creada por dioses extraños, sino por ti, único Dios vivo y verdadero, porque no hay otro Dios fuera de Ti ni nadie que produzca tus obras.

Llena, Señor, de alegría su alma en tu presencia y no te acuerdes de sus pecados pasados ni de los excesos a que la llevó el ímpetu o ardor de la concupiscencia.

Porque, aunque haya pecado, jamás negó al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo; antes bien, creyó, fue celoso de la honra de Dios y adoró fielmente al Dios que lo hizo todo.


"Aunque Dios nos lo quite todo, nunca nos dejará sin El, mientras no lo queramos. Pero hay más; nuestras pérdidas y separaciones no son más que por breve plazo."

San Francisco de Sales
Epistolario

[Día de todos los difuntos de W. A. Bouguereau]

"Depositad este cuerpo mío en cualquier sitio, sin que os de pena. Sólo os pido que dondequiera que estéis, os acordéis de mí ante el altar del Señor" (Palabras de Santa Mónica en su lecho de muerte.)

San Agustín
Confesiones, IX, 11




Por los difuntos

I

A ti, Jesús, vida nuestra, dirigimos nuestras súplicas.

Tú, que resucitaste a Lázaro del sepulcro.
Todos: Escúchanos, Señor.

Tú, que llamaste a la vida al híjo de la viuda de Naín
Todos: Escúchanos, Señor.

Tú, que despertaste del sueño de la muerte a la hija de Jairo.
Todos: Escúchanos, Señor.

Tú, que resucitaste del sepulcro, vence­dor de la muerte.
Todos: Escúchanos, Señor.

Tú, que eres la resurrección y la vida.
Todos: Escúchanos, Señor.

II

A ti, Jesús, Señor, que quisiste compartir nuestro dolor, dirigimos nuestras súplicas.

Tú, que te compadeciste de la viuda de Naín, desolada por la muerte de su hijo.
Todos: Ten compasión de nosotros.

Tú, que lloraste ante el sepulcro de Lázaro, muerto de cuatro días.
Todos: Ten compasión de nosotros.

Tú, que, muriendo de tristeza, sudaste sangre en Getsemaní.
Todos: Ten compasión de nosotros.

Tú, que sufriste la agonía de una muerte de cruz.
Todos: Ten compasión de nosotros.

III
Invoquemos con toda confianza a Cristo Jesús. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Cristo, escucha nuestra oración por tu fiel N.
Todos: Señor, ten piedad.

Ilumina sus ojos con la luz de tu gloria.
Todos: Señor, ten piedad.

Perdónale sus pecados, concédele la vida eterna.
Todos: Señor, ten piedad.

Señor Jesús, atiende a los que te su­plican, escucha la voz de los que lloran.
Todos: Señor, ten piedad.

Jesús, Hijo de Dios, consuélanos en nuestra tribulación.
Todos: Señor, ten piedad.

IV

Acuérdate, Señor, de tu hijo N que en el bautismo fue sepultado en la muerte de Cristo para resucitar con él.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

Que en la confirmación fue ungido por el Espíritu de Jesús resucitado.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

Que en la eucaristía, memorial de la pascua de tu Hijo, fue alimentado con el Pan de la vida.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad

Que muriendo al pecado por la penitencia fue devuelto a la vida en Cristo Jesús.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

Que ungido con el óleo de los enfermos ha recibido el germen de la salud eterna.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

Que ha muerto con Cristo, para vivir con él.
Todos: Acuérdate, Señor, y ten piedad.

V

Santa María, que permaneciste junto a la cruz de Jesús.
Todos: Ruega por nosotros.

San Pedro , a quien el Señor confió las llaves del reino eterno.
Todos: Ruega por nosotros.

San Pablo, que deseaste partir de este mundo para estar con Cristo.
Todos: Ruega por nosotros.

San Juan, que anunciaste al que es la Palabra de la vida.
Todos: Ruega por nosotros.

San José, que tuviste el consuelo de morir asistido por Jesús y María.
Todos: Ruega por nosotros.

San N., cuyo nombre ha llevado en esta vida, acogido a tu protección.
Todos: Ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, que, muriendo en Cristo, habéis nacido a la vida eterna.
Todos: Rogad por nosotros.

VI

Terminemos nuestra oración repitiendo la plegaria que el Señor nos enseñó.
Todos: Padre nuestro...

Señor, ten misericordia de N., para que encuentre el perdón de todas sus faltas, pues deseó cumplir tu voluntad. La verdadera fe le unía, aquí en la tierra, al pueblo fiel­ que tu bondad le una ahora al coro de los ángeles y elegidos. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

Dale, Señor, el descanso eterno.
Todos: Brille para él la luz perpetua.

2 DE NOVIEMBRE: CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS


Son muchas las veces, que nos hemos reunido con esta intención: para rezar por nuestros difuntos.

Y nos puede pasar, que esto se convierta en un ritual más, de los muchos que ya acarreamos en nuestra vida.

Y ese sería un gran error.

Pero esto nos cuesta, nos duele, y el Señor que nos conoce como nadie, nos dice: ¡que no tiemble vuestro corazón!...

Las lágrimas son la expresión de todo el amor que llevamos dentro, pero que nunca dejemos que el dolor ahogue nuestra fe.

Hay muchas cosas que no comprendemos, muchas preguntas que Él sólo nos puede contestar… por tanto dejémos que Él sea el artífice de nuestra vida, y cuando estemos frente a Él, habrá tiempo de saber, todo lo que hoy se nos presenta como una duda, y seguro que encontraremos la respuesta adecuada a todas nuestras preguntas.

Pero mientras caminamos por esta vida, no olvidemos a los que ya marcharon delante de nosotros, unámonos a ellos en la oración, participemos de la misa, que es la mejor forma de pedir por ellos, de rezar por ellos, y la única puerta, que nos comunica con ellos.

Los vivos y los difuntos estamos unidos por el amor, por la fe, y por la oración, y los unos a los otros, nos ayudamos mutuamente, hasta el día que nos encontremos de nuevo, pero esta vez, por toda una eternidad.

El Señor es nuestra vida, nuestro camino, nuestra verdad, sintámoslo así, vivámoslo así, y seguro, que todo lo que sucede en nuestra vida, lo afrontaremos de forma distinta, lo relativizaremos todo, en relación, al único que lo es todo, y que es nuestra meta: el Dios de la vida.

Pidamos a nuestros seres queridos, que nos ayuden a mantener siempre encendida la antorcha de la esperanza y de la fe en el Señor, y que nunca nos dejen solos, porque el camino es difícil, y necesitamos siempre ayuda, porque todos estamos deseando, volver a ver, a todos ellos en el cielo, y poder unidos, vivir, todo lo que el sueño de la muerte, por unos instantes, nos robó.

Porque si importante es en una familia, el nacimiento de un hijo, cómo éste va creciendo, y cada uno de los acontecimientos en su vida; para los cristianos, el momento duro, a veces, hasta cruel, de la partida, no debiera sólo quedar, en unos días de duelo, y en la visita de vez en cuando al cementerio, al lugar dónde descansan sus restos, sino que la fecha del nacimiento de los que más queremos a la VIDA MÁS PLENA, A LA VIDA ETERNA, tendría que ser, una fecha que nos llamara la atención constantemente, a vivir con esperanza, a vivir desde el corazón, a ser auténticos, y a no olvidar, que en el amor, que alimenta la fe, todos nos mantenemos unidos, estemos dónde estemos, hagamos lo que hagamos. Ni la muerte puede romper esta unión.

Y ese recuerdo que alimenta nuestra esperanza, porque sabemos, que lo que ya hoy ellos viven, un día también lo compartiremos nosotros, tiene su origen, en la resurrección de Jesús.

Desde ese momento, Él fue a prepararnos la estancia en la que viviremos para siempre, y hará, que lo que hoy sólo es mortal, que este cuerpo que es mortal, cuando llegue el momento que sólo Él sabe, lo mortal quede en la caja, y lo más auténtico de nosotros, nuestra alma, se vista de la inmortalidad, se revista de vida eterna.

Pero esto nos cuesta, nos duele, y el Señor que nos conoce como nadie, nos dice: ¡que no tiemble vuestro corazón!...

Las lágrimas son la expresión de todo el amor que llevamos dentro, pero que nunca dejemos que el dolor ahogue nuestra fe.

Hay muchas cosas que no comprendemos, muchas preguntas que Él sólo nos puede contestar… por tanto dejémos que Él sea el artífice de nuestra vida, y cuando estemos frente a Él, habrá tiempo de saber, todo lo que hoy se nos presenta como una duda, y seguro que encontraremos la respuesta adecuada a todas nuestras preguntas.

Pero mientras caminamos por esta vida, no olvidemos a los que ya marcharon delante de nosotros, unámonos a ellos en la oración, participemos de la misa, que es la mejor forma de pedir por ellos, de rezar por ellos, y la única puerta, que nos comunica con ellos.

Los vivos y los difuntos estamos unidos por el amor, por la fe, y por la oración, y los unos a los otros, nos ayudamos mutuamente, hasta el día que nos encontremos de nuevo, pero esta vez, por toda una eternidad.

El Señor es nuestra vida, nuestro camino, nuestra verdad, sintámoslo así, vivámoslo así, y seguro, que todo lo que sucede en nuestra vida, lo afrontaremos de forma distinta, lo relativizaremos todo, en relación, al único que lo es todo, y que es nuestra meta: el Dios de la vida.

Pidamos a nuestros seres queridos, que nos ayuden a mantener siempre encendida la antorcha de la esperanza y de la fe en el Señor, y que nunca nos dejen solos, porque el camino es difícil, y necesitamos siempre ayuda, porque todos estamos deseando, volver a ver, a todos ellos en el cielo, y poder unidos, vivir, todo lo que el sueño de la muerte, por unos instantes, nos robó.

1 DE NOVIEMBRE: FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Cada día del año, el santoral de la Iglesia Católica, quiere animarnos en nuestra fe, en medio de nuestros gozos o de nuestras tristezas, con la vida y el ejemplo de hombres y mujeres de todos los tiempos, que son como nuevos "cristos", que hacen actual el Evangelio, y que en sus palabras y en sus obras, manifiestan, que en la vida, cuando tú confías plenamente en Dios, todo tiene un nuevo sentido, todo se afronta desde una esperanza siempre nueva.

Y una vez en el año, la Iglesia celebra a todos estos hermanos y hermanas nuestras, como un don que Dios nos hace, para que no nos desanimemos, para que no tiremos la toalla, ante tantas dificultades como la vida nos presenta, y que a veces, parece que pueden más que nosotros mismos.

En esta festividad de Todos los Santos, la lectura del Apocalípsis nos ofrece la visión del apóstol Juan, de toda esa gran multitud de personas de toda condición, de toda raza, que alaban al Señor, por todas las maravillas que ha realizado en sus vidas.

Madres y padres de familia, hijos, hermanos, religiosos, sacerdotes, laicos, pobres, ricos que han sabido hacer de su riqueza un motivo para la vida de sus hermanos, en definitiva, un número incalculable de personas, que nos dicen a tí y a mí, que el Evangelio de Jesús, está de total actualidad, que vivir según las bienaventuranzas, aún es posible, que ser cristiano, es comprometerte con la vida, en todo lo que haces y hablas, que hoy y siempre, hay personas que viven de otra forma, con un estilo diferente, para los que la fe, es el motor de su vida.

Hoy también la Iglesia nos recuerda, que si en el santoral hay innumerables personas a las que se propone como modelos de fe, tanto o más, son las personas, que día a día, viven, trabajan, hacen tanto bien por los demás, de una forma silenciosa, sin llamar la atención de nadie, sólo de quiénes les han conocido, y que han marchado a la otra vida, entre la emoción de quiénes han descubierto en cada una de sus alegrías, en cada una de sus tristezas, la mano providente de Dios, la cercanía del Señor de la vida.

A Dios no lo vemos con los ojos, pero sí le descubrimos con los ojos de la fe, en la fortaleza, en la bondad, en la entrega, en la cercanía de tantas personas, que son llamativas, precisamente por vivir sencillamente y humildemente, cada momento, pensando siempre más en los demás que en ellos mismos.

Y a eso nos invita Jesús. A ser dichosos, a ser felices, pero desde una felicidad distinta a la que el mundo propone.

Dice un refrán que es rico no el que más tiene, sino el que menos necesita. Hay personas que con lo que tienen, sea poco o mucho, viven tan desprendidamente, viven, tan preocupados por los demás, que su felicidad, es eso, hacer feliz a los demás. Para gran parte del mundo, han perdido la cabeza, o son tan buenos, que todo el mundo se aprovecha de ellos. Para Dios, son dichosos, bienaventurados, porque han sabido descubrir la felicidad más auténtica.

Aprendamos nosotros la misma lección, y hagámos de cada momento de nuestra vida, una oportunidad para hacer el bien a los demás, para encontrarnos con Jesús en cada persona que nos rodea.