El Templo quedó pequeño para acoger, a todos los que el Domingo, 10 de Marzo, querían dar gracias a Dios, por la vida, por la entrega, por la huella que D. Braulio ha dejado en nuestro pueblo. Compañeros de trabajo, familiares, amigos todos...emocionados, recordábamos a una persona, que supo transmitir confianza, que supo quitar el miedo, que supo llenar de calma, momentos que muchas veces son muy tensos.
Las palabras de nuestro párroco en este día fueron:
Uno de los comentarios que han dejado en
internet, al anuncio de esta misa por D. Braulio, comenzaba diciendo, que es de
bien nacidos ser agradecidos.
Y yo creo, que es el sentimiento que a todos
nos inspira, esta tarde, estos momentos.
Algunas personas, podrán pensar, que cuando
alguien muere, ya solo nos acordamos de lo bueno. Y yo digo, que sí, que es
verdad, que nos acordamos de lo bueno…¿pero es que no tenemos ya bastantes
mensajes tristes, de crisis, de soledad,
de enfermedad, como para ahondar más en lo negativo?
Todos tenemos nuestra parte más humana y
cercana, y a todos nos sale de vez en cuando, esa vena llena de genio, y de
sentimientos no tan positivos.
Pero hay profesiones, que el carácter de la
persona, hace tanto, como las recetas que escribe, que la escucha cercana, en
este mundo en el que todos vamos con tantas prisas, sana tanto, como la
pastilla más eficaz.
Hoy lo hemos descubierto, en esta parábola
del Padre misericordioso, más conocida como la del Hijo pródigo.
Si lo pensamos fríamente, el hijo menor, se
pasó una buena vida disfrutando a tope de todo lo que pudo, hasta que llegó,
podríamos decir hoy, la crisis, y como no había más dónde gastar, y después de
pasar por situaciones difíciles, reconoce, que lo que siempre le había
entregado su Padre, era mucho más, que todo lo que había conseguido en esos
años de lejanía con él.
El hijo mayor, puede que tampoco se diera ni
cuenta, del amor que encerraba el corazón del Padre por sus dos hijos, pues
como siempre había estado en casa con él, ya estaba acostumbrado a tenerlo
cerca, y a gozar de su cariño.
Y claro, la llegada del hermano, le enciende,
pensando que le va a quitar, lo que merece por ser hijo, y por haber
permanecido siempre junto a su padre.
Y no se necesitaron ni palabras, porque el
Padre al ver a su hijo menor, a ese hijo que en todas las casas sabemos pues
que le cuesta más, que no tiene medios, que está más indefenso… es verlo
acercarse a su casa… y corre a abrazarle, y en ese abrazo, ya estaba todo
olvidado, ya todo era alegría, ya todo se iniciaba de nuevo.
A veces,
reconocer que no siempre llevamos la razón, echar marcha atrás, y estar
dispuestos a pedir perdón, nos hace más felices, nos llena de paz, construimos
realmente una sociedad nueva.
Pues gestos como los de este padre, son los
que nos han quedado de D. Braulio.
Noches de guardia que permitían conversar sobre inquietudes, sobre problemas, sobre ilusiones.
Días en los que el trabajo se acumulaba, y en
cambio procuraba tener la serenidad suficiente, para recibir a los pacientes
con la comprensión que esperaban encontrar.
Terminar el trabajo y quedarse aún escuchando
el problema de algún compañero, tomándose algo para quitarle hierro a la
situación.
Y sentir que tu trabajo, no es solo una
profesión más, no es solo que te juegues la vida de los demás en tus
decisiones, sino que es que quién llega a ti, confía plenamente en ti, y
necesita encontrar en tu rostro la cercanía y la serenidad, que a lo mejor ha
perdido.
Todo eso y más, es para nosotros D. Braulio.
Para muchos, es el primer rostro que vieron en una camilla hacia Granada,
después de pasar el primer susto. Para otros, es la persona que escuchaba y que
siempre estaba dispuesto a hacer un favor. Para otros será el abrazo o aquella
mirada que te decía: tú puedes… lo vamos a conseguir.
Cientos de ejemplos podríamos cada uno decir,
como de todos los profesionales de nuestro centro de salud… porque son más que
profesionales, forman ya parte de nuestra vida.
Y en esos gestos sencillos, unas veces más
apreciados por los demás, otras veces quedando más en la intimidad…es dónde se
demuestra lo que guarda el corazón de la persona que los realiza.
Dios es nuestro Padre. Y un Padre que sobre
todo es amor. Como nos lo ha demostrado esta Parábola, que ha intentado
describirle.
Pues ese amor, llega a nosotros, a través de
personas, como D. Braulio, que nos hacen pensar, que todo es posible, que no
hay miedo que temer, que lo vamos todo a superar.
Ojalá, que su recuerdo para todos nosotros,
sea precisamente una forma de hacernos ver, que por el camino del bien, se
alcanza mucho más, y se siente uno mejor, que cuando dejamos que lo poco de
negativo que hay en nosotros, salga demasiado a nuestro exterior.