Llegó Cuaresma a nuestra Parroquia, y la Madre, dejó sus ropajes de Reina y Señora, y como una humilde hebrea más, se acercó a nuestra vida, para que cogiéndonos por el hombro, sintiéramos su amor maternal, y tuviéramos la seguridad, de que Ella no nos deja ni un solo instante, que entre sus manos, todos nuestros problemas, todos nuestros sufrimientos, todas nuestras caídas, se las ofrece a Jesús, su Divino Hijo, para que las transforme en resurrección, para que las torne en alegrías, para que las convierta en luz, paz y fuerza para nuestro caminar...
En el corazón de nuestra Madre, están siempre presentes todos nuestros sufrimientos...