HORARIOS DE LAS MISAS EN LA PARROQUIA DE ÍLLORA

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DESCUBRIENDO LA SÁBANA SANTA

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CELEBRACIÓN DEL PERDÓN Y EL AMOR DE DIOS

CELEBRACIÓN DEL PERDÓN Y EL AMOR DE DIOS

TRIDUO CUARESMAL DE LAS COFRADÍAS DE LA PARROQUIA DE ÍLLORA

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PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE ÍLLORA 2024

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A CARGO DE D. SEBASTIÁN CRESPO TORRALBA

NUESTRA MADRE DEL CARMEN DE ÍLLORA

CELEBRACIÓN VIRGEN DE LOURDES 2018 EN LA PARROQUIA DE ÍLLORA

sábado, 25 de enero de 2014

LA ALEGRÍA DE LA FE

Un sacerdote escribe al Papa antes de morir a 

los 31 años. Aquí os ofrecemos la carta

No le pido a Dios mi curación, sino la fuerza y la alegría de continuar

 siendo un testimonio verdadero de su amor y un sacerdote

 según su corazón.


Fabrizio nació en Nápoles el 8 de septiembre de 1982. Miles, casi tres mil personas, se 
reunieron en Ponticelli (NA), para darle el último saludo en la Basílica de Nuestra Señora 
de la Nieve, donde era vice-párroco. Un sufrimiento grande el del padre Fabrizio en los 
últimos meses, vivido siempre con gran fe y con una gran fuerza de ánimo. Siempre con 
una sonrisa, siempre con una palabra de consuelo para sus familiares y amigos que han 
estado con él hasta su último aliento. Aquí os ofrecemos la carta que envió al Papa.

A Su Santidad el Papa Francisco
      

Santo Padre,

En las oraciones diarias que dirijo a Dios, no dejo de rezar por usted y por el ministerio 
que el Señor mismo Le ha confiado, para que pueda darle siempre fuerza y alegría para 
continuar anunciando la bella noticia del Evangelio.

Me llamo Fabricio De Michino y soy un sacerdote joven de la diócesis de Nápoles. 
Tengo 31 años y hace cinco que soy sacerdote. Desarrollo mi servicio en el Seminario 
Arzobispal de Nápoles como educados del grupo de diáconos, y en una parroquia en 
Ponticelli, que se encuentra en la periferia de Nápoles. La parroquia, recordando el 
milagro sucedido en la colina Esquilino, recibe el nombre de la Señora de las Nieves 
y en 2014 celebrará el primer centenario de la Coronación de la estatua de madera del 
1500, muy querida para todos sus habitantes.

Ponticelli es un barrio degradado por su pobreza y alta criminalidad, pero cada día 
descubro verdaderamente la belleza de ver lo que el Señor realiza en estas personas 
que se fían de Dios y de la Virgen.

También yo, desde que estoy en esta parroquia he podido ampliar cada vez más mi 
amor confiado hacia la Madre Celeste, experimentando también en las dificultades, 
su cercanía y protección. Por desgracia, hace tres años que me encuentro peleando 
contra una enfermedad rara: un tumor justo en el interior del corazón y desde hace 
algún mes, con metástasis en el hígado y en el bazo. En estos años nada fáciles, 
sin embargo, nunca he perdido la alegría de ser anunciador del Evangelio. También 
en el cansancio percibo, verdaderamente, esta fuerza que no viene de mí sino de Dios 
que me permite desarrollar con sencillez mi ministerio. Hay una cita bíblica que me está
 acompañando y me infunde confianza en la fuerza del Señor, es la de Ezequiel: “Os daré 
un corazón nuevo, meteré dentro de vosotros un Espíritu nuevo, arrancaré de vosotros 
el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36, 26).

En este tiempo ha sido muy cercana la presencia de mi obispo, el card. Crescenzio 
Sepe, que me apoya contantemente, aunque a veces me dice que descanse para no 
cansarme demasiado.

Agradezco a Dios también por mis familiares y mis amigos sacerdotes que me ayudan 
y sostienen sobre todo cuando hago las distintas terapias, compartiendo conmigo los 
diversos momentos de inevitable sufrimiento. También mis médicos me apoyan muchísimo 
y hacen lo imposible para encontrar los tratamientos adecuados para mí.

Santo Padre,

Me estoy alargando demasiado, pero solo quiero decirle que ofrezco al Señor todo esto por 
el bien de la Iglesia y por Usted de un modo especial, para que el Señor le bendiga siempre
 y le acompañe en este ministerio de servicio y amor.

Le ruego que me añada a sus oraciones: lo que le pido todos los días al Señor es hacer su 
voluntad, siempre y en todas partes. A menudo, es verdad, no le pido a Dios mi curación, 
sino la fuerza y la alegría de continuar siendo un testimonio verdadero de su amor y un 
sacerdote según su corazón.

Seguro de sus paternales oraciones, le saludo devotamente.

Don Fabrizio De Michino