HORARIOS DE LAS MISAS EN LA PARROQUIA DE ÍLLORA

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DESCUBRIENDO LA SÁBANA SANTA

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CELEBRACIÓN DEL PERDÓN Y EL AMOR DE DIOS

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TRIDUO CUARESMAL DE LAS COFRADÍAS DE LA PARROQUIA DE ÍLLORA

TRIDUO CUARESMAL DE LAS COFRADÍAS DE LA PARROQUIA DE ÍLLORA

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE ÍLLORA 2024

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE ÍLLORA 2024
A CARGO DE D. SEBASTIÁN CRESPO TORRALBA

NUESTRA MADRE DEL CARMEN DE ÍLLORA

CELEBRACIÓN VIRGEN DE LOURDES 2018 EN LA PARROQUIA DE ÍLLORA

domingo, 24 de noviembre de 2013

D. MANUEL MONTOYA PELÁEZ, SACERDOTE. DESCANSE EN PAZ.


Aquel Domingo, 20 de Octubre, él quiso levantarse con presteza de la cama en la que se encontraba ya en las últimas. Venía cansado de
un largo camino de calvario. Había luchado hasta
el final de forma confiada y pacífica, aceptando
de antemano la hora predeterminada.
Cuando aquella mañana se abrió la puerta dijo “aquí estoy”, y sonrió… y se puso a caminar por la senda que lleva al cielo.
Había nacido en Zújar y su andadura por este mundo
rebasaba en unos meses los ochenta años.
Tras los estudios en Málaga y Granada pidió ser consagrado como sacerdote católico. Contaba entonces veinticuatro años.
Y en el ardor de su juventud comenzó un servicio sacerdotal que le llevó desde la costa motrileña hasta los pueblos alpujarreños de Alcázar, Fregenite y Olías, para pasar después a la zona de Sierra Elvira: Tiena, Valderrubio, Escoznar, Pinos Puente.
Temporalmente fue misionero voluntario en Hispanoamérica.
Su rica personalidad hizo que le llamaran para formar parte de varios organismos diocesanos importantes, y en 1983 el arzobispo D.José Méndez le confió la vicaría general del arzobispado, que lleva consigo algo así como ser el “doble” de la mayor jerarquía eclesiástica en la Iglesia local.

Los muchos años al frente de esta gran responsabilidad indica la confianza plena que el querido arzobispo, fallecido en el 2006, depositó en él.

Su capacidad de diálogo, su simpatía y su sencillez de corazón hicieron que sacerdotes, religiosos y laicos lo tuvieran como el hombre cercano y honesto que se empeñaba en los asuntos que le proponían.

Su trato con él confortaba, al estilo del arzobispo granadino -“el hombre más bueno que yo he conocido”, escribió
D. Manuel Montoya de él- , que lo llamó a su lado.

Los habitantes de los pueblos a los que ha servido –el último, el Cerrillo de Maracena, tras su jubilación de canónigo y deán de la catedral-, los miembros de los equipos del Movimiento Familiar Cristiano con los que ha convivido la gozosa aventura de la fe, atestiguan su densa experiencia religiosa y su sabiduría humana.
Su nombre resuena en los labios y en la memoria de tantos que le trataron, como nosotros en nuestra parroquia, que lo queremos, como justa respuesta a su total entrega.

Dice un salmo: “Mirad el desenlace de su vida para
saber la verdad de su existencia”.

Manolo Montoya ha certificado con creces su autenticidad de cristiano durante los años que la enfermedad le ha atenazado.

Contaba sus achaques como si fueran de otro, sin el menor gesto de tristeza y menos aún de rebeldía.

Le dolía que sus hermanos tuvieran que sufrir por él, y disimulaba su agonía interior.
Abrazó la cruz amorosamente. Y se dejó caer en los

brazos del Padre.