En
Chimeneas, el Patrocinio de la localidad está repartido entre Nuestra
Señora del Rosario y San Judas Tadeo. Por eso, en este mes de Octubre,
las fiestas de la Virgen y del Santo de los casos Imposibles, arremolina
en torno a sus Sagradas Imágenes, a gentes venidas de muy diversos
lugares, que vienen atraidas por la amabilidad y buena acogida de sus
gentes, y
por la belleza de unas imágenes, que conquistan a quién las
venera.
La Solemne Eucaristia será a las 12,30 de la mañana, y por la tarde, a las 9 y media, dará comienzo la procesión con las veneradas imágenes
de la Virgen del Rosario y San Judas Tadeo, que recorrerá las calles de un pueblo, que vale la pena visitar, y comprobar la fe y la veneración que por la Virgen, se respira por un itinerario, que no deja a nadie indiferente, entre las aclamaciones, las oraciones y los cantos a la Señora del Rosario. Seguro que la visita en este día, les dejará a todo el que a él acuda, con un recuerdo imborrable.También
en el pueblo vecino de Chauchina, conocido por todos, por la aparición
de la Virgen Dolorosa, a Rosario Granados, y que tantos miles de
peregrinos congrega cada 9 de Abril, celebra en este día a su Patrona,
la Virgen del Rosario, por Quién tienen todos los habitantes del pueblo,
una tierna devoción, y un cariño muy especial, pues lo viven
familiarmente, y desde el convencimiento, de que la Virgen, entre las
cuentas de su rosario, lleva prendidas todas las inquietudes de los
vecinos del pueblo, presentándolas a su Divino Hijo, para que llene de
fuerza, de consuelo y de paz interior, a todos los que a Ella acuden
como Madre.
En este día, la Eucaristía, será el acto principal,
a las 8 de la tarde, a continuación llegará el momento, en que la
bella imagen del Rosario, recorra las calles de un pueblo, mariano por
los cuatro costados. Acercarnos a esta realidad, nos enseñará, que el
amor por la Virgen, nace de la sencillez del corazón, y se expresa de
múltiples formas, todas ellas, imagen del agradecimiento y del amor que
Ella nos inspira.
Su fiesta fue instituida por el Papa san Pío V el 7 de Octubre, aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto
(1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del
rosario. La celebración de este día es una invitación para todos a
meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que
estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y
la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.
Historia del RosarioDesde el principio de la Iglesia, los cristianos rezan los salmos como lo hacen los judíos. Mas
tarde, en muchos de los monasterios se rezan los 150 salmos cada día.
Los laicos devotos no podían rezar tanto pero querían según sus
posibilidades imitar a los monjes. Ya en el siglo IX había en Irlanda la
costumbre de hacer nudos en un cordel para contar, en vez de los
salmos, las Ave Marias. Los misioneros de Irlanda mas tarde propagaron
la costumbre en Europa y hubieron varios desarrollos con el tiempo.
Santo Domingo busca las ovejas perdidas
La Madre de Dios, en persona, le enseñó a Sto. Domingo a rezar el rosario en el año 1208 y le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe.
Domingo
de Guzmán era un santo sacerdote español que fue al sur de Francia para
convertir a los que se habían apartado de la Iglesia por la herejía albingense.
Esta enseña que existen dos dioses, uno del bien y otro del mal. El
bueno creó todo lo espiritual. El malo, todo lo material. Como
consecuencia, para los albingenses, todo lo material es malo. El cuerpo
es material; por tanto, el cuerpo es malo. Jesús tuvo un cuerpo, por
consiguiente, Jesús no es Dios.
También
negaban los sacramentos y la verdad de que María es la Madre de Dios.
Se rehusaban a reconocer al Papa y establecieron sus propias normas y
creencias. Durante años los Papas enviaron sacerdotes celosos de la fe,
que trataron de convertirlos, pero sin mucho éxito. También habían
factores políticos envueltos.
Domingo
trabajó por años en medio de estos desventurados. Por medio de su
predicación, sus oraciones y sacrificios, logró convertir a unos pocos.
Pero, muy a menudo, por temor a ser ridiculizados y a pasar trabajos,
los convertidos se daban por vencidos. Domingo dio inicio a una orden
religiosa para las mujeres jóvenes convertidas. Su convento se
encontraba en Prouille, junto a una capilla dedicada a la Santísima
Virgen. Fue en esta capilla en donde Domingo le suplicó a Nuestra Señora
que lo ayudara, pues sentía que no estaba logrando casi nada.
La Virgen acude en ayuda de Santo Domingo de Guzmán
La
Virgen se le apareció en la capilla. En su mano sostenía un rosario y
le enseñó a Domingo a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el
mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían
abundantes gracias.
Domingo
salió de allí lleno de celo, con el rosario en la mano. Efectivamente,
lo predicó, y con gran éxito por que muchos albingenses volvieron a la
fe católica.
Lamentablemente
la situación entre albingences y cristianos estaba además vinculada con
la política, lo cual hizo que la cosa llegase a la guerra. Simón de
Montfort, el dirigente del ejército cristiano y a la vez amigo de
Domingo, hizo que éste enseñara a las tropas a rezar el rosario. Lo
rezaron con gran devoción antes de su batalla más importante en Muret.
De Montfort consideró que su victoria había sido un verdadero milagro y
el resultado del rosario. Como signo de gratitud, De Montfort construyó
la primera capilla a Nuestra Señora del Rosario.
Las promesas de la Virgen a los que recen el rosario
Un
creciente número de hombres se unió a la obra apostólica de Domingo y,
con la aprobación del Santo Padre, Domingo formó la Orden de
Predicadores (mas conocidos como Dominicos). Con gran celo predicaban,
enseñaban y los frutos de conversión crecían. A medida que la orden
crecía, se extendieron a diferentes países como misioneros para la
gloria de Dios y de la Virgen.
El
rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos.
Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de la Rupe
y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que
se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros
logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Sto.
Domingo referentes al rosario.
1. Quien rece constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida. 2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario. 3. El Rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y abate las herejías. 4.
El Rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la
misericordia divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del
mundo con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales y
eternas. 5. El alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá. 6.
El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados
misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte
desgraciada, se convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es
justo y, en todo caso será admitido a la vida eterna. 7. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos. 8.
Todos los que rezan mi Rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la
plenitud de la gracia y serán partícipes de los méritos bienaventurados. 9. Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi Rosario. 10. Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular. 11. Todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente. 12. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario. 13.
He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos
tengan en vida y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de
la corte celestial. 14. Los que rezan Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús. 15. La devoción al Santo rosario es una señal manifiesta de predestinación de gloria.
Europa
y con ella toda la cristiandad estaba en grave peligro de extinción.
Sabemos, por las promesas de Jesucristo, que eso no puede ocurrir pero,
humanamente, no había solución para la amenaza del Islam. Los Musulmanes
se proponían hacer desaparecer, a punta de espada, el cristianismo. Ya
habían tomado Tierra Santa, Constantinopla, Grecia, Albania, África del
Norte y España. En esas extensas regiones el cristianismo era
perseguido, y muchos mártires derramaron su sangre, muchas diócesis
desaparecieron completamente. Después de 700 años de lucha por la
reconquista, España y Portugal pudieron librarse del dominio musulmán.
Esa lucha comenzó a los pies de la Virgen de Covadonga
y culminó con la conquista de Granada, cuando los reyes católicos,
Fernando e Isabel, pudieron definitivamente expulsar a los moros de la
península en el 1492. ¡La importancia de esta victoria es incalculable
ya que en ese mismo año ocurre el descubrimiento de América y la fe se
comienza a propagar en el nuevo continente!
La batalla de Lepanto>>> En
la época del Papa Pío V (1566 - 1572), los musulmanes controlaban el
Mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los
reyes católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta
del peligro inminente. El Papa pidió ayuda pero se le hizo poco caso. El
17 de septiembre de 1569 pidió que se rezase el Santo Rosario. Por fin
en 1571 se estableció una liga para la defensa de Europa. El 7 de
octubre de 1571se encontraron las flotas cristianas y musulmanas en el
Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. La flota
cristiana, compuesta de soldados de los Estados Papales, de Venecia,
Génova y España y comandada por Don Juan de Austria, entró en batalla
contra un enemigo muy superior en tamaño. Se jugaba el todo por el todo.
Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el santo rosario con
devoción. La batalla de Lepanto duró hasta altas horas de la tarde pero,
al final, los cristianos resultaron victoriosos.
En
Roma, el Papa se hallaba recitando el rosario en tanto se había logrado
la decisiva y milagrosa victoria para los cristianos. El poder de los
turcos en el mar se había disuelto para siempre. El Papa salió de su
capilla y, guiado por una inspiración, anunció con mucha calma que la
Santísima Virgen había otorgado la victoria. Semanas mas tarde llegó el
mensaje de la victoria de parte de Don Juan, quién. desde un principio,
le atribuyó el triunfo de su flota a la poderosa intercesión de Nuestra
Señora del Rosario. Agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V
instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y agregó a las Letanía de la Santísima Virgen el título de "Auxilio de los Cristianos". Más adelante, el Papa Gregorio III cambió la fiesta a la Nuestra Señora del Rosario.
Los
turcos seguían siendo poderosos en tierra y, en el siglo siguiente,
invadieron a Europa desde el Este y, después de tomar enormes
territorios, sitiaron a Viena, capital de Austria. Una vez mas, las
tropas enemigas eran muy superiores. Si conquistaban la ciudad toda
Europa se hacia muy vulnerable. El emperador puso su esperanza en
Nuestra Señora del Rosario. Hubo gran lucha y derramamiento de sangre y
la ciudad parecía perdida. El alivio llegó el día de la fiesta del
Santo Nombre de María, 12 de septiembre, de 1683, cuando el rey de
Polonia, conduciendo un ejército de rescate, derrotó a los turcos.
La batalla de Temesvar El
Príncipe Eugenio de Saboya derrotó en Temesvar (en la Rumania moderna) a
un ejercito turco dos veces mas grande que el suyo, el 5 de agosto de
1716, que en aquel entonces era la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves.
El Papa Clemente XI atribuyó esta victoria a la devoción manifestada a
Nuestra Señora del Rosario. En acción de gracias, mandó que la fiesta
del Santo Rosario fuera celebrada por la Iglesia universal.
Excelencia del Rosario
A lo largo de los siglos los Papas han fomentado la pía devoción del rezo del rosario y le han otorgado indulgencias.
Dijo
Nuestro Señor: "Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos" (Mt 18:20). El rosario en familia es algo
maravilloso. Es un modo práctico de fortalecer la unidad de la vida
familiar. Es una oración al alcance de todos. Los Papas, especialmente
los más recientes, han hecho gran énfasis sobre la importancia del
rosario en familia.
El Papa dominico, San Pío V
(1566 - 1572) dio el encargo a su congregación de propagar el santo
rosario. Muchos Papas han sido grandes devotos del rosario y lo han
propagado con profunda convicción y confianza.
Su Santidad León XIII escribió
doce encíclicas referentes al rosario. Insistió en el rezo del rosario
en familia, consagró el mes de octubre al rosario e insertó el título
de "Reina del Santísimo Rosario" en la Letanía de la Virgen. Por todo
esto mereció el título de "El Papa del Rosario"
Todos los Papas del siglo XX han sido muy devotos del Santo Rosario.
Su Santidad Juan Pablo II nos insiste en el rezo del Santo Rosario. Recen en familia, en grupos. Recen en privado. Inviten a todos a rezar.
No tengan miedo de compartir la fe. Nada mas importante. El mundo está
en crisis. Nuestras fuerzas humanas no son suficientes. La victoria
vendrá una vez mas por la Virgen María. Es la victoria de su Hijo, el
Señor Rey del Universo: Jesucristo.
Un gran apóstol del rosario en familia es el Padre Patrick Peyton,
quién llevó a cabo los primeros planes para que se hiciera una cruzada a
nivel mundial del rosario en familia en el Holy Cross College,
Washington D.C., en enero de 1942. Hizo esta cruzada en acción de
gracias a María Santísima por la restauración de su salud. De una forma
maravillosa la cruzada se propagó por todo el mundo con el lema: "La
familia que reza unida, permanece unida".
Recomendado por la Virgen en diversas apariciones A
la Virgen María le encanta el rosario. Es la oración de los sencillos y
de los grandes. Es tan simple, que está al alcance de todos; se puede
rezar en cualquier parte y a cualquier hora. El rosario honra a Dios y a
la Santísima Virgen de un modo especial. La Virgen llevaba un rosario
en la mano cuando se le apareció a Bernardita en Lourdes. Cuando se les apareció a los tres pastorcitos en Fátima, también tenía un rosario. Fue en Fátima donde ella misma se identificó con el título de "La Señora del Rosario".
San Bruno
Fundador de los Cartujos
6 de Octubre
Año 1101
Bruno
significa: "fuerte como una coraza o armadura metálica" (Brunne,
en alemán es coraza). Este
santo se hizo famoso por haber fundado la comunidad religiosa más austera
y penitente, los monjes cartujos, que viven en perpetuo silencio y jamás
comen carne ni toman bebidas alcohólicas. Nació
en Colonia, Alemania, en el año 1030. Desde joven demostró poseer
grandes cualidades intelectuales, y especialísimas aptitudes para dirigir
espiritualmente a los demás. Ya a los 27 años era director espiritual de
muchísimas personas importantes. Uno de sus dirigidos fue el futuro Papa
Urbano II. Ordenado
sacerdote fue profesor de teología durante 18 años en Reims, y Canciller
del Sr. Arzobispo, pero al morir éste, un hombre indigno, llamado
Manasés, se hizo elegir arzobispo de esa ciudad, y ante sus
comportamientos tan inmorales, Bruno lo acusó ante una reunión de
obispos, y el Sumo Pontífice destituyó a Manasés. Le ofrecieron el
cargo de Arzobispo a nuestro santo, pero él no lo quiso aceptar, porque
se creía indigno de tan alto cargo. El destituido en venganza, le hizo
quitar a Bruno todos sus bienes y quemar varias de sus posesiones. Dicen
que por aquel tiempo oyó Bruno una narración que le impresionó
muchísimo. Le contaron que un hombre que tenía fama de ser buena persona
(pero que en la vida privada no era nada santo) cuando le estaban
celebrando su funeral, habló tres veces. La primera dijo: "He sido
juzgado". La segunda: "He sido hallado culpable". La
tercera: "He sido condenado". Y decían que las gentes se
habían asustado muchísimo y habían huido de él y que el cadáver
había sido arrojado al fondo de un río caudaloso. Estas narraciones y
otros pensamientos muy profundos que bullían en su mente, llevaron a
Bruno a alejarse de la vida mundana y dedicarse totalmente a la vida de
oración y penitencia, en un sitio bien alejado de todos. Teniendo
todavía abundantes riquezas y gozando de la amistad de altos personajes y
de una gran estimación entre la gente, y pudiendo, si aceptaba, ser
nombrado Arzobispo de Reims, Bruno renunció a todo esto y se fue de monje
al monasterio de San Roberto en Molesmes. Pero luego sintió que aunque
allí se observaban reglamentos muy estrictos, sin embargo lo que él
deseaba era un silencio total y un apartamiento completo del mundo. Por
eso dispuso irse a un sitio mucho más alejado. Iba a hacer una nueva
fundación. San
Hugo, obispo de Grenoble, vio en un sueño que siete estrellas lo
conducían a él hacia un bosque apartado y que allá construían un faro
que irradiaba luz hacia todas partes. Al día siguiente llegaron Bruno y
seis compañeros a pedirle que les señalara un sitio muy apartado para
ellos dedicarse a la oración y a la penitencia. San Hugo reconoció en
ellos los que había visto en sueños y los llevó hacia el monte que le
había sido indicado en la visión. Aquel sitio se llamaba Cartuja, y los
nuevos religiosos recibieron el nombre de Cartujos. San
Bruno redactó para sus monjes un reglamento que es quizás el más severo
que ha existido para una comunidad. Silencio perpetuo. Levantarse a media
noche a rezar por más de una hora. A las 5:30 de la mañana ir otra vez a
rezar a la capilla por otra hora, todo en coro. Lo mismo a mediodía y al
atardecer. Nunca
comer carne ni tomar licores. Recibir visitas solamente una vez por año.
Dedicarse por varias horas al día al estudio o a labores manuales
especialmente a copiar libros. Vivir totalmente incomunicados con el
mundo... Es un reglamento propio para hombres que quieren hacer gran
penitencia por los pecadores y llegar a un alto grado de santidad. San
Hugo llegó a admirar tanto la sabiduría y la santidad de San Bruno, que
lo eligió como su director espiritual, y cada vez que podía se iba al
convento de la Cartuja a pasar unos días en silencio y oración y pedirle
consejos al santo fundador. Lo mismo el Conde Rogerio, quien desde el día
en que se encontró con Bruno la primera vez, sintió hacia él una
veneración tan grande, que no dejaba de consultarlo cuando tenía
problemas muy graves que resolver. Y aun se cuenta que una vez a Rogerio
le tenían preparada una trampa para matarlo, y en sueños se le apareció
San Bruno a decirle que tuviera mucho cuidado, y así logró librarse de
aquel peligro. Por
aquel tiempo había sido nombrado Papa Urbano II, el cual de joven había
sido discípulo de Bruno, y al recordar su santidad y su gran sabiduría y
su don de consejo, lo mandó ir hacia Roma a que le sirviera de consejero.
Esta obediencia fue muy dolorosa para él, pues tenía que dejar su vida
retirada y tranquila de La Cartuja para irse a vivir en medio del mundo y
sus afanes. Pero obedeció inmediatamente. Es difícil calcular la
tristeza tan grande que sus monjes sintieron al verle partir para lejanas
tierras. Varios de ellos no fueron capaces de soportar su ausencia y se
fueron a acompañarlo a Roma. Y entonces el Conde Rogerio le obsequió una
finca en Italia y allá fundó el santo un nuevo convento, con los mismos
reglamentos de La Cartuja. Los
últimos años del santo los pasó entre misiones que le confiaba el Sumo
Pontífice, y largas temporadas en el convento dedicado a la
contemplación y a la penitencia. Su fama de santo era ya muy grande. Murió
el 6 e octubre del año 1101 dejando en la tierra como recuerdo una
fundación religiosa que ha sido famosa en todo el mundo por su santidad y
su austeridad. Que Dios nos conceda como a él, el ser capaces de
apartarnos de lo que es mundano y materialista, y dedicarnos a lo que es
espiritual y lleva a la santidad. Que
sean pocas tus palabras (S. Biblia).
Como cada 5 de Octubre, la localidad granadina de Moclín, celebra la fiesta en honor del Stmo. Cristo del Paño. Una imagen muy venerada en toda la provincia de Granada, y que trasciende sus fronteras, para convertirse realmente en una devoción muy arraigada en el corazón de muchos fieles.
Cada año, el día de su procesión, cientos de personas caminando de promesa, desde las poblaciones de alrededor de Moclín, aunque algunas de puntos bastantes distantes se congregan en el Santuario, junto a las miles de personas que en autobuses, en los que se puede leer Barcelona, Madrid, Málaga, Sevilla, y de puntos muy disparen, agradecen al Señor la ayuda recibida, o suplican su fortaleza y guía en diferentes necesidades, para que puedan con su compañía solucionarlas.
Y todos quieren tocar su venerada imagen, pasar algún objeto devocional que luego llevaran al hogar, y que será un referente durante todo el año.
Es una verdadera explosión de fe, de devoción, esta fiesta del Cristo del Paño.
ALGO SOBRE EL ORIGEN DE ESTA DEVOCIÓN
El 26 de julio de 1486, fue el histórico día en que los ejércitos
cristianos, presididos por sus MM. los Reyes Católicos, D. Fernando de
Aragón y Dª Isabel de Castilla, entraron victoriosos en la fortaleza
inexpugnable de Moclín; por lo que era demonimanda: "Escudo de Granada" y
"Llave de la Vega", ya que cerraba el paso a las tropas cristianas que
se hallaban en Alcalá la Real; celebró la primera misa, después de
purificar su mezquita, fray Hernando de Talavera, obispo de Ávila y
confesor de la reina. El año 1501, fue instituida la parroquia de la
villa de Moclín, dedicada a Santa María de la Encarnación, por el
arzobispo de Sevilla, D. Diego Hurtado de Mendoza, con un beneficio
simple servidero y sacristía. La antigua mezquita, que fue depurada tras
la conquista y utilizada como templo, fue muy pronto derribada, pues en
1505, el albañil Ximena levantaba la torre junto con unas capillas. en
1518, Baltasar de Godios labraba unos pilares y gradas delante de la
puerta. En 1543, “se libraron a Francisco de Sebastián cura, cuatro
ducados para dallos a hacer la traza”. Pero fue a finales de 1551 cuando
se abordó su construcción con piedra de Alcalá la Real, siendo Martín
Bolívar quien la inició, sin poderla construir, ya que murió, en aquel
mismo año. Se construyó, adosándola a una nave ya existente; es de
planta cuadrada, muros de simirales con contrafuertes en las esquinas y
bóveda estrellada de cantería con una profusa decoración. Por una
portada toscana, con venera y alertas geométricas, se pasa a la
sacristía que muestra armadura de vigas con artesones exagonales y
rosetas renacentistas en sus calles. las portada de los pies es
sencillas, pero de buen gusto, con pilastras cejadas de orden corintio,
arco con rosca decorada con mensulitas y guirnaldas, y escudo del
arzobispo Guerrero; encima lleva un óculo abocinado con angelito en su
parte superior; en el friso, sobre las pilastras, lleva esta
inscripción: AÑO 1560. En los años 1947-1949, adoptado por Moclín por
“Regiones Devastadas”, se llevó a cabo una importante restauración del
Santuario, dirigida por Prieto Moreno, en la que fuera de la capilla
mayor, la sacristía y la portada antes referida, todo fue rehecho: al
campanario se le añadió una espadaña, y se hizo una galería mirador, en
lo que anteriormente fuera domicilio del organista. También se puso al
actual retablo neoclásico, en mármol, en sustitución del renacentista,
que fuera destruído, junto con sus bellísimas imágenes, en 1936. El
referido retablo constaba de banco, cuatro pisos, ático y cinco calles,
divididas por pilastras. También se desplazó, unos metros más abajo, el
edificio de la casa rectoral, para que la fábrica del templo quedase más
airosa.
En cuanto al Cristo del Paño, han llegado hasta nuestros días, algunas
antiguas noticias, envueltas quizá con el ropaje de la leyenda. Ferrón
en 1972, en su librito sobre la historia de esta Villa, escribía: "Esta
pintura de Jesús de Nazareno fue cedica por los Reyes Católicos a esta
Villa, cuando fue conquistada por los ejércitos cristianos. Prodigiosa
pintura en lienzo, con la cruz a cuestas, de estatura normal y en ademán
de caer en la calle de la Amargura; imagen tan singularmente hermosa,
como amablemente severa, aunque hay que reconocer que le faltan los
últimos retoques del arte". El mismo autor enumeraba hasta 21 signos, de
los que Santo Tomás de Aquino llama: "Miracula minora" (prodigios
pequeños), atribuidos a dicha imagen.
El mismo autor se hacía eco de la gran cantidad de exvotos, que colgaban
y cubrían las paredes del templo, por los favores obrados por el Cristo
del Paño, refiriendo que en 1746, recogida toda la plata de tales
figurillas, el platero, Joaquín Fernández, formó con ella un "portapaz"
de 22 onzas.
En cuanto al nombre "Cristo del Paño" con el que se le designa, le viene
por tradición de haber recobrado la vista un sacristán que cubría sus
ojos con un paño o velo; la enfermedad, que el servidor de la iglesia
padecería, seguramente serían las cataratas.
En 1965, se fundó una Hermandad compuesta por 72 hermanos, a imitación
de otros tantos discípulos a los que mandó Jesús de dos en dos a que
anunciasen el evangelio. El rico y grandioso marco de plata que enmarca
la devota imagen, lleva la fecha de 1779.
Gran devoción ha inspirado siempre a los fieles la devota imagen del
Cristo del Paño, cuando en el año 1778 se hicieron "con el sobrante de
cera que los fieles ofrecían al Santísimo Cristo del Paño", un precioso
acetre con su correspondiente hisopo, un magnífico incensario y naveta,
dos misales con cubiertas de terciopelo y cantoneras y centros de plata.
También se costeó con los donativos de sus devotos el grandioso y rico
marco de plata, que encuadra la devota figura del Nazareno, que data del
1779; y en el año 1864, "se encargaron 746 misas con un estipendio de
4.996 reales, recibiendo en limosnas la cantidad de 17.022 reales en
metálico, más trece arrobas y media de cera y tres fanegas de trigo".
En octubre de 1996, el periódico IDEAL iniciaba su reportaje, con motivo
de las fiestas, que como decía Ferrón siempre se ha celebrado del día
5, con estas palabras: "Más de 20.000 personas asistieron a la romería".
La pintura del Cristo del Paño es de autor anónimo, pero puede que su
creador se inspirara en la impresionante obra de Tiziano, que se
encuentra en el Monasterio del Escorial, y representa a Jesús y al
Cirineo.
Fundador de la Orden de los Frailes Menore (OFM), conocidos como los franciscanos. Por SCTJM
"Ninguna
otra cosa hemos de hacer sino ser solícitos en seguir la voluntad de
Dios y en agradarle en todas las cosas." San Francisco de Asís
Vida de San FranciscoNació
en Asís (Italia), en el año 1182. Después de una juventud disipada en
diversiones, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó
de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica,
predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus seguidores unas sabias
normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Fundó una Orden de
frailes y su primera seguidora mujer, Santa Clara que funda las
Clarisas, inspirada por El.
Un santo para todosCiertamente
no existe ningún santo que sea tan popular como él, tanto entre
católicos como entre los protestantes y aun entre los no cristianos. San
Francisco de Asís cautivó la imaginación de sus contemporáneos
presentándoles la pobreza, la castidad y la obediencia con la pureza y
fuerza de un testimonio radical. Llegó a ser conocido como el Pobre
de Asís por su matrimonio con la pobreza, su amor por los pajarillos y
toda la naturaleza. Todo ello refleja un alma en la que Dios lo era todo
sin división, un alma que se nutría de las verdades de la fe católica y
que se había entregado enteramente, no sólo a Cristo, sino a Cristo
crucificado.
Nacimiento y vida familiar de un caballeroFrancisco
nació en Asís, ciudad de Umbría, en el año 1182. Su padre, Pedro
Bernardone, era comerciante. El nombre de su madre era Pica y algunos
autores afirman que pertenecía a una noble familia de la Provenza. Tanto
el padre como la madre de Francisco eran personas acomodadas. Pedro
Bernardone comerciaba especialmente en Francia. Como se hallase en
dicho país cuando nació su hijo, la gente le apodó "Francesco" (el
francés), por más que en el bautismo recibió el nombre de Juan.
En
su juventud, Francisco era muy dado a las románticas tradiciones
caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de dinero en
abundancia y lo gastaba pródigamente, con ostentación. Ni los negocios
de su padre, ni los estudios le interesaban mucho, sino el divertirse en
cosas vanas que comúnmente se les llama "gozar de la vida". Sin
embargo, no era de costumbres licenciosas y era muy generoso con los
pobres que le pedían por amor de Dios.
Hallazgo de un tesoroCuando
Francisco tenía unos 20, estalló la discordia entre las ciudades de
Perugia y Asís, y en la guerra, el joven cayó prisionero de los
peruginos. La prisión duró un año, y Francisco la soportó alegremente.
Sin embargo, cuando recobró la libertad, cayó gravemente enfermo. La
enfermedad, en la que el joven probó una vez más su paciencia,
fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se sintió con fuerzas
suficientes, determinó ir a combatir en el ejército de Galterío y
Briena, en el sur de Italia. Con ese fin, se compró una costosa armadura
y un hermoso manto. Pero un día en que paseaba ataviado con su nuevo
atuendo, se topó con un caballero mal vestido que había caído en la
pobreza; movido a compasión ante aquel infortunio, Francisco cambió sus
ricos vestidos por los del caballero pobre. Esa noche vio en sueños un
espléndido palacio con salas colmadas de armas, sobre las cuales se
hallaba grabado el signo de la cruz y le pareció oír una voz que le
decía que esas armas le pertenecían a él y a sus soldados.
Francisco
partió a Apulia con el alma ligera y la seguridad de triunfar, pero
nunca llegó al frente de batalla. En Espoleto, ciudad del camino de Asís
a Roma, cayó nuevamente enfermo y, durante la enfermedad, oyó una voz
celestial que le exhortaba a "servir al amo y no al siervo". El joven
obedeció. Al principio volvió a su antigua vida, aunque tomándola menos a
la ligera. La gente, al verle ensimismado, le decían que estaba
enamorado. "Sí", replicaba Francisco, "voy a casarme con una joven más
bella y más noble que todas las que conocéis". Poco a poco, con mucha
oración, fue concibiendo el deseo de vender todos sus bienes y comprar
la perla preciosa de la que habla el Evangelio.
Aunque ignoraba
lo que tenía que hacer para ello, una serie de claras inspiraciones
sobrenaturales le hizo comprender que la batalla espiritual empieza por
la mortificación y la victoria sobre los instintos. Paseándose en cierta
ocasión a caballo por la llanura de Asís, encontró a un leproso. Las
llagas del mendigo aterrorizaron a Francisco; pero, en vez de huir, se
acercó al leproso, que le tendía la mano para recibir una limosna.
Francisco comprendió que había llegado el momento de dar el paso al amor
radical de Dios. A pesar de su repulsa natural a los leprosos, venció
su voluntad, se le acercó y le dio un beso. Aquello cambió su vida. Fue
un gesto movido por el Espíritu Santo, pidiéndole a Francisco una
calidad de entrega, un "sí" que distingue a los santos de los mediocres.
San
Buenaventura nos dice que después de este evento, Francisco frecuentaba
lugares apartados donde se lamentaba y lloraba por sus pecados.
Desahogando su alma fue escuchado por el Señor. Un día, mientras oraba,
se le apareció Jesús crucificado. La memoria de la pasión del Señor se
grabó en su corazón de tal forma, que cada vez que pensaba en ello, no
podía contener sus lágrimas y sollozos.
"Francisco, repara mi Iglesia, pues ya ves que está en ruinas"A
partir de entonces, comenzó a visitar y servir a los enfermos en los
hospitales. Algunas veces regalaba a los pobres sus vestidos, otras, el
dinero que llevaba. Les servía devotamente, porque el profeta Isaías nos
dice que Cristo crucificado fue despreciado y tratado como un leproso.
De este modo desarrollaba su espíritu de pobreza, su profundo sentido de
humildad y su gran compasión. En cierta ocasión, mientras oraba en la
iglesia de San Damián en las afueras de Asís, le pareció que el
crucifijo le repetía tres veces: "Francisco, repara mi casa, pues ya ves
que está en ruinas".
El santo, viendo que la iglesia se hallaba
en muy mal estado, creyó que el Señor quería que la reparase; así pues,
partió inmediatamente, tomó una buena cantidad de vestidos de la tienda
de su padre y los vendió junto con su caballo. Enseguida llevó el
dinero al pobre sacerdote que se encargaba de la iglesia de San Damián, y
le pidió permiso de quedarse a vivir con él. El buen sacerdote
consintió en que Francisco se quedase con él, pero se negó a aceptar el
dinero. El joven lo depositó en el alféizar de la ventana. Pedro
Bernardone, al enterarse de lo que había hecho su hijo, se dirigió
indignado a San Damián. Pero Francisco había tenido buen cuidado de
ocultarse.
Renuncia a la herencia de su padre Al
cabo de algunos días pasados en oración y ayuno, Francisco volvió a
entrar en la población, pero estaba tan desfigurado y mal vestido, que
la gente se burlaba de él como si fuese un loco. Pedro Bernardone, muy
desconcertado por la conducta de su hijo, le condujo a su casa, le
golpeó furiosamente (Francisco tenía entonces 25 años), le puso grillos
en los pies y le encerró en una habitación.
La madre de
Francisco se encargó de ponerle en libertad cuando su marido se hallaba
ausente y el joven retornó a San Damián. Su padre fue de nuevo a
buscarle ahí, le golpeó en la cabeza y le conminó a volver
inmediatamente a su casa o a renunciar a su herencia y pagarle el precio
de los vestidos que le había tomado. Francisco no tuvo dificultad
alguna en renunciar a la herencia, pero dijo a su padre que el dinero de
los vestidos pertenecía a Dios y a los pobres.
Su padre le
obligó a comparecer ante el obispo Guido de Asís, quien exhortó al joven
a devolver el dinero y a tener confianza en Dios: "Dios no desea que su
Iglesia goce de bienes injustamente adquiridos". Francisco obedeció a
la letra la orden del obispo y añadió: "Los vestidos que llevo puestos
pertenecen también a mi padre, de suerte que tengo que devolvérselos".
Acto seguido se desnudó y entregó sus vestidos a su padre, diciéndole
alegremente: "Hasta ahora tú has sido mi padre en la tierra. Pero en
adelante podré decir: “Padre nuestro, que estás en los cielos”.' Pedro
Bernardone abandonó el palacio episcopal "temblando de indignación y
profundamente lastimado".
El Obispo regaló a Francisco un viejo
vestido de labrador, que pertenecía a uno de sus siervos. Francisco
recibió la primera limosna de su vida con gran agradecimiento, trazó la
señal de la cruz sobre el vestido con un trozo de tiza y se lo puso.
Llamado a la renuncia y a la negaciónEnseguida,
partió en busca de un sitio conveniente para establecerse. Iba cantando
alegremente las alabanzas divinas por el camino real, cuando se topó
con unos bandoleros que le preguntaron quién era. El respondió: "Soy el
heraldo del Gran Rey". Los bandoleros le golpearon y le arrojaron en un
foso cubierto de nieve. Francisco prosiguió su camino cantando las
divinas alabanzas. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si
fuese un mendigo. Cuando llegó a Gubbio, una persona que le conocía le
llevó a su casa y le regaló una túnica, un cinturón y unas sandalias de
peregrino. Francisco los usó dos años, al cabo de los cuales volvió a
San Damián.
Para
reparar la iglesia, fue a pedir limosna en Asís, donde todos le habían
conocido rico y, naturalmente, hubo de soportar las burlas y el
desprecio de más de un mal intencionado. El mismo se encargó de
transportar las piedras que hacían falta para reparar la iglesia y ayudó
en el trabajo a los albañiles. Una vez terminadas las reparaciones en
la iglesia de San Damián, Francisco emprendió un trabajo semejante en la
antigua iglesia de San Pedro. Después, se trasladó a una capillita
llamada Porciúncula, que pertenecía a la abadía benedictina de Monte
Subasio. Probablemente el nombre de la capillita aludía al hecho de que
estaba construida en una reducida parcela de tierra.
La
Porciúncula se hallaba en una llanura, a unos cuatro kilómetros de Asís
y, en aquella época, estaba abandonada y casi en ruinas. La tranquilidad
del sitio agradó a Francisco tanto como el título de Nuestra Señora de
los Ángeles, en cuyo honor había sido erigida la capilla.
Francisco
la reparó y fijó en ella su residencia. Ahí le mostró finalmente el
cielo lo que esperaba de él, el día de la fiesta de San Matías del año
1209. En aquella época, el evangelio de la misa de la fiesta decía:
"Id a predicar, diciendo: El Reino de Dios ha llegado... Dad
gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente... No poseáis oro ...
ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo ...He aquí que os envío como
corderos en medio de los lobos..." (Mat.10 , 7-19). Estas palabras
penetraron hasta lo más profundo en el corazón de Francisco y éste,
aplicándolas literalmente, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón
y se quedó solamente con la pobre túnica ceñida con un cordón. Tal fue
el hábito que dio a sus hermanos un año más tarde: la túnica de lana
burda de los pastores y campesinos de la región. Vestido en esa forma,
empezó a exhortar a la penitencia con tal energía, que sus palabras
hendían los corazones de sus oyentes. Cuando se topaba con alguien en el
camino, le saludaba con estas palabras: "La paz del Señor sea contigo".
Dones extraordinariosDios le había concedido ya el
don de profecía y el don de milagros. Cuando pedía limosna para reparar
la iglesia de San Damián, acostumbraba decir: "Ayudadme a terminar esta
iglesia. Un día habrá ahí un convento de religiosas en cuyo buen nombre
se glorificarán el Señor y la universal Iglesia". La profecía se
verificó cinco años más tarde en Santa Clara y sus religiosas. Un
habitante de Espoleto sufría de un cáncer que le había desfigurado
horriblemente el rostro. En cierta ocasión, al cruzarse con San
Francisco, el hombre intentó arrojarse a sus pies, pero el santo se lo
impidió y le besó en el rostro. El enfermo quedó instantáneamente
curado. San Buenaventura comentaba a este propósito: "No sé si hay que
admirar más el beso o el milagro".
Nueva orden religiosa y visita al PapaFrancisco
tuvo pronto numerosos seguidores y algunos querían hacerse discípulos
suyos. El primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle, un rico
comerciante de Asís. Al principio Bernardo veía con curiosidad la
evolución de Francisco y con frecuencia le invitaba a su casa, donde le
tenía siempre preparado un lecho próximo al suyo. Bernardo se fingía
dormido para observar cómo el siervo de Dios se levantaba calladamente y
pasaba largo tiempo en oración, repitiendo estas palabras: "Deus meus
et omnia" (Mi Dios y mi todo). Al fin, comprendió que Francisco era
"verdaderamente un hombre de Dios" y enseguida le suplicó que le
admitiese corno discípulo.
Desde entonces, juntos asistían a
misa y estudiaban la Sagrada Escritura para conocer la voluntad de Dios.
Como las indicaciones de la Biblia concordaban con sus propósitos,
Bernardo vendió cuanto tenía y repartió el producto entre los pobres. Pedro
de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís, pidió también a Francisco
que le admitiese como discípulo y el santo les "concedió el hábito" a
los dos juntos, el 16 de abril de 1209. El tercer compañero de San
Francisco fue el hermano Gil, famoso por su gran sencillez y sabiduría
espiritual.
En 1210, cuando el grupo contaba ya con 12 miembros,
Francisco redactó una regla breve e informal que consistía
principalmente en los consejos evangélicos para alcanzar la perfección.
Con ella se fueron a Roma a presentarla para aprobación del Sumo
Pontífice. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y
viviendo de las limosnas que la gente les daba.
En Roma no
querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en
cuanto a pobreza, pero al fin un Cardenal dijo: "No les podemos prohibir
que vivan como lo mandó Cristo en el Evangelio". Recibieron la
aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en oración, en
santa alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la Porciúncula.
Inocencio III se mostró adverso al principio. Por otra parte, muchos
cardenales opinaban que las órdenes religiosas ya existentes necesitaban
de reforma, no de multiplicación y que la nueva manera de concebir la
pobreza era impracticable.
El cardenal Juan Colonna alegó en
favor de Francisco que su regla expresaba los mismos consejos con que el
Evangelio exhortaba a la perfección. Más tarde, el Papa relató a su
sobrino, quien a su vez lo comunicó a San Buenaventura, que había visto
en sueños una palmera que crecía rápidamente y después, había visto a
Francisco sosteniendo con su cuerpo la basílica de Letrán que estaba a
punto de derrumbarse. Cinco años después, el mismo Pontífice tendría un
sueño semejante a propósito de Santo Domingo. Inocencio III mandó, pues,
llamar a Francisco y aprobó verbalmente su regla; enseguida le impuso
la tonsura, así como a sus compañeros y les dio por misión predicar la
penitencia.
La PorciúnculaSan
Francisco y sus compañeros se trasladaron provisionalmente a una cabaña
de Rivo Torto, en las afueras de Asís, de donde salían a predicar por
toda la región. Poco después, tuvieron dificultades con un campesino que
reclamaba la cabaña para emplearla como establo de su asno. Francisco
respondió: "Dios no nos ha llamado a preparar establos para los asnos", y
acto seguido abandonó el lugar y partió a ver al abad de Monte Subasio.
En 1212, el abad regaló a Francisco la capilla de la Porciúncula, a
condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la
nueva orden. El santo se negó a aceptar la propiedad de la capillita y
sólo la admitió prestada. En prueba de que la Porciúncula continuaba
como propiedad de los benedictinos, Francisco les enviaba cada año, a
manera de recompensa por el préstamo, una cesta de pescados cogidos en
el riachuelo vecino.
Por su parte, los benedictinos
correspondían enviándole un tonel de aceite. Tal costumbre existe
todavía entre los franciscanos de Santa María de los Ángeles y los
benedictinos de San Pedro de Asís. Alrededor de la Porciúncula, los
frailes construyeron varias cabañas primitivas, porque San Francisco no
permitía que la orden en general y los conventos en particular,
poseyesen bienes temporales. Había hecho de la pobreza el fundamento de
su orden y su amor a la pobreza se manifestaba en su manera de vestirse,
en los utensilios que empleaba y en cada uno de sus actos. Acostumbraba
llamar a su cuerpo "el hermano asno", porque lo consideraba como hecho
para transportar carga, para recibir golpes y para comer poco y mal.
Cuando veía ocioso a algún fraile, le llamaba "hermano mosca", porque en
vez de cooperar con los demás echaba a perder el trabajo de los otros y
les resultaba molesto.
Poco antes de morir, considerando que el
hombre está obligado a tratar con caridad a su cuerpo, Francisco pidió
perdón al suyo por haberlo tratado tal vez con demasiado rigor. El santo
se había opuesto siempre a las austeridades indiscretas y exageradas.
En cierta ocasión, viendo que un fraile había perdido el sueño a causa
del excesivo ayuno, Francisco le llevó alimento y comió con él para que
se sintiese menos mortificado.
Somete la carne a las espinas; Dios le otorga sabiduríaAl
principio de su conversión, viéndose atacado por violentas tentaciones
de impureza, solía revolcarse desnudo sobre la nieve. Cierta vez en que
la tentación fue todavía más violenta que de ordinario, el santo se
disciplinó furiosamente; como ello no bastase para alejarla, acabó por
revolcarse sobre las zarzas y los abrojos. Su humildad no consistía
simplemente en un desprecio sentimental de sí mismo, sino en la
convicción de que "ante los ojos de Dios el hombre vale por lo que es y
no más". Considerándose indigno del sacerdocio, Francisco sólo llegó a
recibir el diaconado. Detestaba de todo corazón las singularidades. Así
cuando le contaron que uno de los frailes era tan amante del silencio
que sólo se confesaba por señas, respondió disgustado: "Eso no procede
del espíritu de Dios sino del demonio; es una tentación y no un acto de
virtud." Dios iluminaba la inteligencia de su siervo con una luz de
sabiduría que no se encuentra en los libros. Cuando cierto fraile le
pidió permiso para estudiar, Francisco le contestó que si repetía con
devoción el "Gloria Patri", llegaría a ser sabio a los ojos de Dios y él
mismo era el mejor ejemplo de la sabiduría adquirida en esa forma.
Sobre
la pobreza de espíritu, Francisco decía: "Hay muchos que tienen por
costumbre multiplicar plegarias y prácticas devotas, afligiendo sus
cuerpos con numerosos ayunos y abstinencias; pero con una sola palabrita
que les suena injuriosa a su persona o por cualquier cosa que se les
quita, enseguida se ofenden e irritan. Estos no son pobres de espíritu,
porque el que es verdaderamente pobre de espíritu, se aborrece a sí
mismo y ama a los que le golpean en la mejilla".
La NaturalezaSus
contemporáneos hablan con frecuencia del cariño de Francisco por los
animales y del poder que tenía sobre ellos. Por ejemplo, es famosa la
reprensión que dirigió a las golondrinas cuando iba a predicar en
Alviano: "Hermanas golondrinas: ahora me toca hablar a mí; vosotras ya
habéis parloteado bastante". Famosas también son las anécdotas de los
pajarillos que venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del
Creador, del conejillo que no quería separarse de él en el Lago
Trasimeno y del lobo de Gubbio amansado por el santo. Algunos autores
consideran tales anécdotas como simples alegorías, en tanto que otros
les atribuyen valor histórico.
Aventura de amor con DiosLos
primeros años de la orden en Santa María de los Ángeles fueron un
período de entrenamiento en la pobreza y la caridad fraternas. Los
frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse
el pan de cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir
limosna de puerta en puerta; pero el fundador les había prohibido que
aceptasen dinero. Estaban siempre prontos a servir a todo el mundo,
particularmente a los leprosos y menesterosos. San Francisco insistía
en que llamasen a los leprosos "mis hermanos cristianos" y los enfermos
no dejaban de apreciar esta profunda delicadeza. Les decía a los
frailes: ¨Todos los hermanos procuren ejercitarse en buenas obras,
porque está escrito: 'Haz siempre algo bueno para que el diablo te
encuentre ocupado'. Y también, 'La ociosidad es enemiga del alma'. Por
eso los siervos de Dios deben dedicarse continuamente a la oración o a
alguna buena actividad.¨ El número de los compañeros del santo
continuaba en aumento, entre ellos se contaba el famoso "juglar de
Dios", fray Junípero; a causa de la sencillez del hermanito Francisco
solía repetir: "Quisiera tener todo un bosque de tales juníperos". En
cierta ocasión en que el pueblo de Roma se había reunido para recibir a
fray Junípero, sus compañeros le hallaron jugando apaciblemente con los
niños fuera de las murallas de la ciudad. Santa Clara acostumbraba
llamarle "el juguete de Dios".
Santa Clara Clara
había partido de Asís para seguir a Francisco, en la primavera de 1212,
después de oírle predicar. El santo consiguió establecer a Clara y sus
compañeras en San Damián, y la comunidad de religiosas llegó pronto a
ser, para los franciscanos, lo que las monjas de Prouille habían de ser
para los dominicos: una muralla de fuerza femenina, un vergel escondido
de oración que hacía fecundo el trabajo de los frailes. Evangeliza a los mahometanos En
el otoño de ese año, Francisco, no contento con todo lo que había
sufrido y trabajado por las almas en Italia, resolvió ir a evangelizar a
los mahometanos. Así pues, se embarcó en Ancona con un compañero rumbo a
Siria; pero una tempestad hizo naufragar la nave en la costa de
Dalmacia. Como los frailes no tenían dinero para proseguir el viaje, se
vieron obligados a esconderse furtivamente en un navío para volver a
Ancona. Después de predicar un año en el centro de Italia (el señor de
Chiusi puso entonces a la disposición de los frailes un sitio de retiro
en Monte Alvernia, en los Apeninos de Toscana), San Francisco decidió
partir nuevamente a predicar a los mahometanos en Marruecos. Pero Dios
tenía dispuesto que no llegase nunca a su destino: el santo cayó enfermo
en España y, después, tuvo que retornar a Italia. Ahí se consagró
apasionadamente a predicar el Evangelio a los cristianos.
La humildad y obedienciaSan
Francisco dio a su orden el nombre de "Frailes Menores" por humildad,
pues quería que sus hermanos fuesen los siervos de todos y buscasen
siempre los sitios más humildes. Con frecuencia exhortaba a sus
compañeros al trabajo manual y, si bien les permitía pedir limosna, les
tenía prohibido que aceptasen dinero. Pedir limosna no constituía para
él una vergüenza, ya que era una manera de imitar la pobreza de Cristo.
Sobre la excelsa virtud de la humildad, decía: "Bienaventurado el siervo
a quien lo encuentran en medio de sus inferiores con la misma humildad
que si estuviera en medio de sus superiores. Bienaventurado el siervo
que siempre permanece bajo la vara de la corrección. Es siervo fiel y
prudente el que, por cada culpa que comete, se apresura a expiarlas:
interiormente, por la contrición y exteriormente por la confesión y la
satisfacción de obra". El santo no permitía que sus hermanos predicasen
en una diócesis sin permiso expreso del Obispo. Entre otras cosas,
dispuso que "si alguno de los frailes se apartaba de la fe católica en
obras o palabras y no se corregía, debería ser expulsado de la
hermandad". Todas las ciudades querían tener el privilegio de albergar a
los nuevos frailes, y las comunidades se multiplicaron en Umbría,
Toscana, Lombardia y Ancona.
Crece la ordenSe cuenta
que en 1216, Francisco solicitó del Papa Honorio III la indulgencia de
la Porciúncula o "perdón de Asís". El año siguiente, conoció en Roma a
Santo Domingo, quien había predicado la fe y la penitencia en el sur de
Francia en la época en que Francisco era "un gentilhombre de Asís". San
Francisco tenía también la intención de ir a predicar en Francia. Pero,
como el cardenal Ugolino (quien fue más tarde Papa con el nombre de
Gregorio IX) le disuadiese de ello, envió en su lugar a los hermanos
Pacífico y Agnelo. Este último había de introducir más tarde la Orden de
los frailes menores en Inglaterra. El sabio y bondadoso cardenal
Ugolino ejerció una gran influencia en el desarrollo de la Orden. Los
compañeros de San Francisco eran ya tan numerosos, que se imponía
forzosamente cierta forma de organización sistemática y de disciplina
común. Así pues, se procedió a dividir a la Orden en provincias, al
frente de cada una de las cuales se puso a un ministro, "encargado del
bien espiritual de los hermanos; si alguno de ellos llegaba a perderse
por el mal ejemplo del ministro, éste tendría que responder de él ante
Jesucristo". Los frailes habían cruzado ya los Alpes y tenían misiones
en España, Alemania y Hungría.
El primer capítulo general se
reunió, en la Porciúncula, en Pentecostés del año de 1217. En 1219, tuvo
lugar el capítulo "de las esteras", así llamado por las cabañas que
debieron construirse precipitadamente con esteras para albergar a los
delegados. Se cuenta que se reunieron entonces cinco mil frailes. Nada
tiene de extraño que en una comunidad tan numerosa, el espíritu del
fundador se hubiese diluido un tanto. Los delegados encontraban que San
Francisco se entregaba excesivamente a la aventura y exigían un espíritu
más práctico. Es que así les parecía lo que en realidad era una gran
confianza en Dios.
El santo se indignó profundamente y
replicó: "Hermanos míos, el Señor me llamó por el camino de la sencillez
y la humildad y por ese camino persiste en conducirme, no sólo a mí
sino a todos los que estén dispuestos a seguirme... El Señor me dijo que
deberíamos ser pobres y locos en este mundo y que ése y no otro sería
el camino por el que nos llevaría. Quiera Dios confundir vuestra
sabiduría y vuestra ciencia y haceros volver a vuestra primitiva
vocación, aunque sea contra vuestra voluntad y aunque la encontréis tan
defectuosa". Francisco les insistía en que amaran muchísimo a
Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor
desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de
recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible todo lo que
manda el Santo Evangelio.
El mayor privilegio: no gozar de privilegio algunoRecorría
campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y
repetía siempre: 'El Amor no es amado". La gente le escuchaba con
especial cariño y se admiraba de lo mucho que sus palabras influían en
los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su Verdad. Sus palabras
eran reflejo de su vida en imitación a Jesús, decía: "El que ama
verdaderamente a su enemigo no se apena de las injurias que éste le
provoca, sino que sufre por amor de Dios a causa del pecado que arrastra
el alma que lo ofendió. Y le manifiesta su amor con obras".
A
quienes le propusieron que pidiese al Papa permiso para que los frailes
pudiesen predicar en todas partes sin autorización del obispo, Francisco
repuso: "Cuando los obispos vean que vivís santamente y que no tenéis
intenciones de atentar contra su autoridad, serán los primeros en
rogaros que trabajéis por el bien de las almas que les han sido
confiadas. Considerad como el mayor de los privilegios el no gozar de
privilegio alguno..." Al terminar el capítulo, San Francisco envió a
algunos frailes a la primera misión entre los infieles de Túnez y
Marruecos, y se reservó para sí la misión entre los sarracenos de Egipto
y Siria. En 1215, durante el Concilio de Letrán, el Papa Inocencio III
había predicado una nueva cruzada, pero tal cruzada se había reducido
simplemente a reforzar el Reino Latino de oriente. Francisco quería
blandir la espada de Dios. San Francisco se fue a Tierra Santa a
visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació,
vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta
piadosa visita suya, los franciscanos están encargados desde hace siglos
de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa.
Misionero ante el SultánEn
junio de 1219, se embarcó en Ancona con 12 frailes. La nave los condujo
a Damieta, en la desembocadura del Nilo. Los cruzados habían puesto
sitio a la ciudad, y Francisco sufrió mucho al ver el egoísmo y las
costumbres disolutas de los soldados de la cruz. Consumido por el celo
de la salvación de los sarracenos, decidió pasar al campo del enemigo,
por más que los cruzados le dijeron que la cabeza de los cristianos
estaba puesta a precio. Habiendo conseguido la autorización del delegado
pontificio, Francisco y el hermano Iluminado se aproximaron al campo
enemigo, gritando: "¡Sultán, Sultán!". Cuando los condujeron a la
presencia de Malek-al-Kamil, Francisco declaró osadamente: "No son los
hombres quienes me han enviado, sino Dios todopoderoso.
Vengo a
mostrarles, a ti y a tu pueblo, el camino de la salvación; vengo a
anunciarles las verdades del Evangelio". El Sultán quedó impresionado y
rogó a Francisco que permaneciese con él. El santo replicó: "Si tú y tu
pueblo estáis dispuestos a oír la palabra de Dios, con gusto me quedaré
con vosotros. Y si todavía vaciláis entre Cristo y Mahoma, manda
encender una hoguera; yo entraré en ella con vuestros sacerdotes y así
veréis cuál es la verdadera fe". El Sultán contestó que probablemente
ninguno de los sacerdotes querría meterse en la hoguera y que no podía
someterlos a esa prueba para no soliviantar al pueblo. Cuentan que el
Sultán llegó a decir: "Si todos los cristianos fueran como él, entonces
valdría la pena ser cristiano". Pero el Sultán, Malek-al-Kamil, mandó a
Francisco que volviese al campo de los cristianos. Desalentado al ver
el reducido éxito de su predicación entre los sarracenos y entre los
cristianos, el Santo pasó a visitar los Santos Lugares. Ahí recibió una
carta en la que sus hermanos le pedían urgentemente que retornase a
Italia.
La crisis del acomodamiento lleva a clarificar la reglaDurante
la ausencia de Francisco, sus dos vicarios, Mateo de Narni y Gregorio
de Nápoles, habían introducido ciertas innovaciones que tendían a
uniformar a los frailes menores con las otras órdenes religiosas y a
encuadrar el espíritu franciscano en el rígido esquema de la observancia
monástica y de las reglas ascéticas. Las religiosas de San Damián
tenían ya una constitución propia, redactada por el cardenal Ugolino
sobre la base de la regla de San Benito. Al llegar a Bolonia, Francisco
tuvo la desagradable sorpresa de encontrar a sus hermanos hospedados en
un espléndido convento. El Santo se negó a poner los pies en él y vivió
con los frailes predicadores. Enseguida mandó llamar al guardián del
convento franciscano, le reprendió severamente y le ordenó que los
frailes abandonasen la casa.
Tales acontecimientos tenían a los
ojos del Santo las proporciones de una verdadera traición: se trataba de
una crisis de la que tendría que salir la Orden sublimada o destruida.
San Francisco se trasladó a Roma donde consiguió que Honorio III
nombrase al cardenal Ugolino protector y consejero de los franciscanos,
ya que el purpurado había depositado una fe ciega en el fundador y
poseía una gran experiencia en los asuntos de la Iglesia. Al mismo
tiempo, Francisco se entregó ardientemente a la tarea de revisar la
regla, para lo que convocó a un nuevo capítulo general que se reunió en
la Porciúncula en 1221. El Santo presentó a los delegados la regla
revisada. Lo que se refería a la pobreza, la humildad y la libertad
evangélica, características de la Orden, quedaba intacto. Ello
constituía una especie de reto del fundador a los disidentes y
legalistas que, por debajo del agua, tramaban una verdadera revolución
del espíritu franciscano. El jefe de la oposición era el hermano Elías
de Cortona. El fundador había renunciado a la dirección de la Orden, de
suerte que su vicario, fray Elías, era prácticamente el ministro
general. Sin embargo, no se atrevió a oponerse al fundador, a quien
respetaba sinceramente. En realidad, la Orden era ya demasiado grande,
como lo dijo el propio San Francisco: "Si hubiese menos frailes menores,
el mundo los vería menos y desearía que fuesen más."
Al cabo de
dos años, durante los cuales hubo de luchar contra la corriente cada vez
más fuerte que tendía a desarrollar la orden en una dirección que él no
había previsto y que le parecía comprometer el espíritu franciscano, el
Santo emprendió una nueva revisión de la regla. Después la comunicó al
hermano Elías para que éste la pasase a los ministros, pero el documento
se extravió y el Santo hubo de dictar nuevamente la revisión al hermano
León, en medio del clamor de los frailes que afirmaban que la
prohibición de poseer bienes en común era impracticable.
La
regla, tal como fue aprobada por Honorio III en 1223, representaba
sustancialmente el espíritu y el modo de vida por el que había luchado
San Francisco desde el momento en que se despojó de sus ricos vestidos
ante el obispo de Asís.
La Tercera OrdenUnos
dos años antes, San Francisco y el cardenal Ugolino habían redactado
una regla para la cofradía de laicos que se habían asociado a los
frailes menores y que correspondía a lo que actualmente llamamos Tercera
Orden, fincada en el espíritu de la "Carta a todos los cristianos", que
Francisco había escrito en los primeros años de su conversión. La
cofradía, formada por laicos entregados a la penitencia, que llevaban
una vida muy diferente de la que se acostumbraba entonces, llegó a ser
una gran fuerza religiosa en la Edad Media. En el derecho canónico
actual, los terciarios de las diversas órdenes gozan todavía de un
estatuto específicamente diferente del de los miembros de las cofradías y
congregaciones marianas.
La representación del Nacimiento de JesúsSan
Francisco pasó la Navidad de 1223 en Grecehio, en el valle de Rieti.
Con tal ocasión, había dicho a su amigo, Juan da Vellita: "Quisiera
hacer una especie de representación viviente del nacimiento de Jesús en
Belén, para presenciar, por decirlo así, con los ojos del cuerpo la
humildad de la Encarnación y verle recostado en el pesebre entre el buey
y el asno". En efecto, el Santo construyó entonces en la ermita una
especie de cueva y los campesinos de los alrededores asistieron a la
misa de medianoche, en la que Francisco actuó como diácono y predicó
sobre el misterio de la Natividad. Se le atribuye haber comenzado en
aquella ocasión la tradición del "belén" o "nacimiento". Nos dice Tomás
Celano en su biografía del Santo: "La Encarnación era un componente
clave en la espiritualidad de Francisco. Quería celebrar la Encarnación
en forma especial. Quería hacer algo que ayudase a la gente a recordar
al Cristo Niño y cómo nació en Belén".
San Francisco permaneció
varios meses en el retiro de Grecehio, consagrado a la oración, pero
ocultó celosamente a los ojos de los hombres las gracias especialísimas
que Dios le comunicó en la contemplación. El hermano León, que era su
secretario y confesor, afirmó que le había visto varias veces durante la
oración elevarse tan alto sobre el suelo, que apenas podía alcanzarle
los pies y, en ciertas ocasiones, ni siquiera eso.
Los EstigmasAlrededor
de la fiesta de la Asunción de 1224, el Santo se retiró a Monte
Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. Llevó consigo al hermano
León, pero prohibió que fuese alguien a visitarle hasta después de la
fiesta de San Miguel. Ahí fue donde tuvo lugar, alrededor del día de la
Santa Cruz de 1224, el milagro de los estigmas, del que hablamos el 17
de septiembre. Francisco trató de ocultar a los ojos de los hombres las
señales de la Pasión del Señor que tenía impresas en el cuerpo; por
ello, a partir de entonces llevaba siempre las manos dentro de las
mangas del hábito y usaba medias y zapatos.
Sin embargo, deseando
el consejo de sus hermanos, comunicó lo sucedido al hermano Iluminado y
a algunos otros, pero añadió que le habían sido reveladas ciertas cosas
que jamás descubriría a hombre alguno sobre la tierra.
En cierta
ocasión en que se hallaba enfermo, alguien propuso que se le leyese un
libro para distraerle. El Santo respondió: "Nada me consuela tanto como
la contemplación de la vida y Pasión del Señor. Aunque hubiese de vivir
hasta el fin del mundo, con ese solo libro me bastaría". Francisco se
había enamorado de la santa pobreza, mientras contemplaba a Cristo
crucificado y meditaba en la nueva crucifixión que sufría en la persona
de los pobres.
El santo no despreciaba la ciencia, pero no la
deseaba para sus discípulos. Los estudios sólo tenían razón de ser como
medios para un fin y sólo podían aprovechar a los frailes menores, si no
les impedían consagrar a la oración un tiempo todavía más largo y si
les enseñaban más bien, a predicarse a sí mismos que a hablar a otros.
Francisco aborrecía los estudios que alimentaban más la vanidad que la
piedad, porque entibiaban la caridad y secaban el corazón. Sobre todo,
temía que la señora Ciencia se convirtiese en rival de la dama Pobreza.
Viendo con cuánta ansiedad acudían a las escuelas y buscaban los libros
sus hermanos, Francisco exclamó en cierta ocasión: "Impulsados por el
mal espíritu, mis pobres hermanos acabarán por abandonar el camino de la
sencillez y de la pobreza".
En sus escritos, esto es lo que el
Santo nos dejó dicho sobre la vigilancia del corazón: “Cuidémonos mucho
de la malicia y astucia de Satanás, el cual quiere que el hombre no
tenga su mente y su corazón dirigidos a Dios. Y anda dando vueltas
buscando adueñarse del corazón del hombre y, bajo la apariencia de
alguna recompensa o ayuda, ahogar en su memoria la palabra y los
preceptos del Señor, e intenta cegar el corazón del hombre mediante las
actividades y preocupaciones mundanas, y fijar allí su morada”.
Antes
de salir de Monte Alvernia, el Santo compuso el "Himno de alabanza al
Altísimo". Poco después de la fiesta de San Miguel bajó finalmente al
valle, marcado por los estigmas de la Pasión y curó a los enfermos que
le salieron al paso.
La hermana MuerteLas
calientísimas arenas del desierto de Egipto afectaron la vista de
Francisco hasta el punto de estar casi completamente ciego. Los dos
últimos años de la vida de Francisco fueron de grandes sufrimientos que
parecía que la copa se había llenado y rebalsado. Fuertes dolores debido
al deterioro de muchos de sus órganos (estómago, hígado y el bazo),
consecuencias de la malaria contraida en Egipto. En los más terribles
dolores, Francisco ofrecía a Dios todo como penitencia, pues se
consideraba gran pecador y para la salvación de las almas. Era durante
su enfermedad y dolor donde sentía la mayor necesidad de cantar.
Su
salud iba empeorando, los estigmas le hacían sufrir y le debilitaban, y
casi había perdido la vista. En el verano de 1225 estuvo tan enfermo,
que el cardenal Ugolino y el hermano Elías le obligaron a ponerse en
manos del médico del Papa en Rieti. El Santo obedeció con sencillez. De
camino a Rieti fue a visitar a Santa Clara en el convento de San Damián.
Ahí, en medio de los más agudos sufrimientos físicos, escribió el
"Cántico del hermano Sol" y lo adaptó a una tonada popular para que sus
hermanos pudiesen cantarlo.
Después se trasladó a Monte
Rainerio, donde se sometió al tratamiento brutal que el médico le había
prescrito, pero la mejoría que ello le produjo fue sólo momentánea. Sus
hermanos le llevaron entonces a Siena a consultar a otros médicos, pero
para entonces el Santo estaba moribundo. En el testamento que dictó para
sus frailes, les recomendaba la caridad fraterna, los exhortaba a amar y
observar la santa pobreza, y a amar y honrar a la Iglesia. Poco antes
de su muerte, dictó un nuevo testamento para recomendar a sus hermanos
que observasen fielmente la regla y trabajasen manualmente, no por el
deseo de lucro, sino para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo. "Si no
nos pagan nuestro trabajo, acudamos a la mesa del Señor, pidiendo
limosna de puerta en puerta".
Cuando Francisco volvió a Asís, el
Obispo le hospedó en su propia casa. Francisco rogó a los médicos que
le dijesen la verdad, y éstos confesaron que sólo le quedaban unas
cuantas semanas de vida. "¡Bienvenida, hermana Muerte!", exclamó el
Santo y acto seguido, pidió que le trasportasen a la Porciúncula. Por el
camino, cuando la comitiva se hallaba en la cumbre de una colina, desde
la que se dominaba el panorama de Asís, pidió a los que portaban la
camilla que se detuviesen un momento y entonces volvió sus ojos ciegos
en dirección a la ciudad e imploró las bendiciones de Dios para ella y
sus habitantes.
Después mandó a los camilleros que se
apresurasen a llevarle a la Porciúncula. Cuando sintió que la muerte se
aproximaba, Francisco envió a un mensajero a Roma para llamar a la noble
dama Giacoma di Settesoli, que había sido su protectora, para rogarle
que trajese consigo algunos cirios y un sayal para amortajarle, así como
una porción de un pastel que le gustaba mucho.
Felizmente,
la dama llegó a la Porciúncula antes de que el mensajero partiese.
Francisco exclamó: "¡Bendito sea Dios que nos ha enviado a nuestra
hermana Giacoma! La regla que prohibe la entrada a las mujeres no afecta
a nuestra hermana Giacoma. Decidle que entre". El Santo envió un
último mensaje a Santa Clara y a sus religiosas, y pidió a sus hermanos
que entonasen los versos del "Cántico del Sol" en los que alaba a la
muerte. Enseguida rogó que le trajesen un pan y lo repartió entre los
presentes en señal de paz y de amor fraternal diciendo: "Yo he hecho
cuanto estaba de mi parte, que Cristo os enseñe a hacer lo que está de
la vuestra”. Sus hermanos le tendieron por tierra y le cubrieron con un
viejo hábito. Francisco exhortó a sus hermanos al amor de Dios, de la
pobreza y del Evangelio, "por encima de todas las reglas", y bendijo a
todos sus discípulos, tanto a los presentes como a los ausentes. Murió
el 3 de octubre de 1226, después de escuchar la lectura de la Pasión
del Señor según San Juan. Francisco había pedido que le sepultasen en el
cementerio de los criminales de Colle d'lnferno. En vez de hacerlo así,
sus hermanos llevaron al día siguiente el cadáver en solemne procesión a
la iglesia de San Jorge, en Asís. Ahí estuvo depositado hasta dos años
después de la canonización. En 1230, fue secretamente trasladado a la
gran basílica construida por el hermano Elías.
El cadáver
desapareció de la vista de los hombres durante seis siglos, hasta que en
1818, tras 52 días de búsqueda, fue descubierto bajo el altar mayor, a
varios metros de profundidad. El Santo no tenía más que 44 o 45 años al
morir. No podemos relatar aquí ni siquiera en resumen, la azarosa y
brillante historia de la Orden que fundó. Digamos simplemente que sus
tres ramas: la de los frailes menores, la de los frailes menores
capuchinos y la de los frailes menores conventuales forman el instituto
religioso más numeroso que existe actualmente en la Iglesia. Y, según la
opinión del historiador David Knowles, al fundar ese instituto, San
Francisco "contribuyó más que nadie a salvar a la Iglesia de la
decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media".
¡San Francisco de Asís: pídele a Jesús que lo amemos tan intensamente como lo lograste amar tú!
La Porciúncula, en la Basílica de Nuestra Señora de los ÁngelesLa
Porciúncula es un pueblo y a la misma vez una iglesia localizada
aproximadamente a tres-cuartos de milla de la ciudad de Asís en Italia.
El pueblo ha progresado alrededor de la Basílica de Nuestra Señora de
los Ángeles. Fue precisamente en esta Basílica que San Francisco de Asís
recibió su vocación en el año 1208. San Francisco vivió la mayor parte
de su vida en este lugar. En el año 1211, San Francisco logró una
estadía permanente en este pueblo cerca de Asís, gracias a la
generosidad de los Benedictinos, los cuales le donaron la pequeña
capilla de Santa María de los Ángeles o la Porciúncula, considerada como
“una pequeña parte” de esas tierras.
Un día mientras San
Francisco estaba arrodillado en la capilla de San Damián, sintió que
Cristo le habló desde el crucifijo y le dijo: “Reconstruye mi Iglesia
que esta en ruinas.” El se tomó estas palabras literalmente y empezó a
reconstruir varias Iglesias. No fue hasta un tiempo después que San
Francisco comprendió que el mensaje principal de Cristo era que
construyera y fortaleciera espiritualmente la Iglesia de Cristo. Así fue
que el Santo comenzó a trabajar en la restauración de las iglesias de
San Damián, San Pedro Della Spina y Santa Maria de los Ángeles o de la
Porciúncula.
Al lado del humilde santuario de la Porciúncula, fue
edificado el primer convento Franciscano, con la construcción de unas
cuantas pequeñas chozas o celdas de paja y barro, cercadas con un seto.
Este acuerdo fue el comienzo de la Orden Franciscana. La Porciúncula fue
también el lugar donde San Francisco recibió los votos de Santa Clara.
El 3 de Octubre de 1226, muere San Francisco, y en su lecho de muerte,
le confía el cuidado y protección de la capilla a sus hermanos.
Un
poco después del año 1290, la capilla, la cual media aproximadamente 22
pies por 13 ½ pies fue ampliamente engrandecida para poder acomodar a
la cantidad de peregrinos que venían a visitarla. Más tarde, los
edificios alrededor del santuario fueron destruidos por orden de Pio V
(1566-72), excepto la celda en la cual murió San Francisco. Luego, estos
fueron reemplazados por una gran Basílica, estilo contemporáneo. El
nuevo edificio fue erigido sobre su celda y sobre la capilla de la
Porciúncula. La Basílica ahora tiene tres naves y un circulo de capillas
que se extienden a lo largo de la longitud de los costados.
La
Basílica forma una cruz latina de 416 pies de largo por 210 pies de
ancho. Un pedazo del altar de la capilla es de la Anunciación, la cual
fue pintada por un sacerdote en el año 1393. Uno todavía puede visitar
la celda donde murió San Francisco. Detrás de la sacristía se encuentra
el sitio donde el santo, durante una tentación se dice, que se revolcó
en un arbusto de brezo, el cual después se convirtió en un rosal sin
espinas. Fue precisamente durante esa misma noche del 2 de Agosto, que
el Santo recibió la “Indulgencia de la Porciúncula.” Hay una
representación del recibimiento de esta indulgencia en la fachada de la
capilla de la Porciúncula.
Se cuenta que una vez, en el año
1216, mientras Francisco estaba en la Porciúncula, en oración y en
contemplación, se le apareció Cristo y le ofreció que le pidiera el
favor que el quisiera. En el centro del corazón de San Francisco siempre
estaba la salvación de las almas. El soñaba en que su amada Porciúncula
fuese un santuario donde muchos se pudieran salvar, entonces le pidió
al Señor que le concediera una indulgencia plenaria ( o sea, una
completa remisión de todas las culpas), para que todos aquellos que
vinieran a visitar la pequeña capilla, una vez que se hubieran
arrepentido de sus pecados y confesado, pudieran obtenerla. Nuestro
Señor accedió a su petición con la condición de que el Papa ratificará
la indulgencia.
San Francisco se fue de inmediato hacia Perugia
con uno de sus hermanos en busca del Papa Honorio III. Este, a pesar de
alguna oposición de la Curia, ante este favor nunca antes escuchado dio
su aprobación a la Indulgencia, limitándola a poder recibirla solamente
una vez al año. Posteriormente, el Papa la confirmó y fijo la fecha del 2
de Agosto como el día para alcanzar esta indulgencia. En Italia, es
comúnmente conocida como “el perdón de Asís” o la “indulgencia de la
Porciúncula”. Este es el recuento tradicional de la historia.
Todos
los fieles católicos pueden alcanzar la indulgencia plenaria el 2 de
Agosto (o en otro día que haya sido declarado o asignado por el
ordinario local para el beneficio de los fieles), bajo las debidas
disposiciones (confesión sacramental, santa comunión, y rezar por las
intenciones del Santo Padre). Estas condiciones pueden cumplirse unos
días antes o después del día en que se gana la indulgencia. También
tienen que visitar la iglesia devotamente y rezar el Padrenuestro y el
Credo. La Indulgencia se aplica a la Catedral de la Diócesis, y a la
co-catedral (si es que existe alguna), aunque no sean parroquiales, y
también las iglesias quasi-parroquiales. Para alcanzar esta indulgencia,
como cualquier indulgencia plenaria, los fieles tienen que estar libres
de cualquier apego al pecado, aún al pecado venial. Donde se desea este
apego, la indulgencia es parcial.