La Orden del Carmen celebra hoy a Todos
sus Santos. Es una ingente multitud de mártires, monjes, confesores,
vírgenes, doctores, religiosos y religiosas que se santificaron
consagrados a Dios viviendo al servicio e imitación de la Virgen María,
según la Regla carmelitana. Toda esta familia glorificada del Carmelo,
con María, su Madre, a la cabeza, constituye en este día el motivo de
nuestra alabanza a Dios.
HIMNO
Caminemos para el cielo,
«hijos» del Carmelo.
La pobreza es el camino,
el mismo por donde vino
nuestro Emperador al suelo,
«hijos» del Carmelo.
No deja de nos amar
nuestro Dios, y nos llamar:
sigámosle sin recelo,
«hijos» del Carmelo.
Vámonos a enriquecer,
a donde nunca ha de haber
pobreza ni desconsuelo,
«hijos» del Carmelo.
Y al padre Elías siguiendo,
nos vamos contradiciendo
con su fortaleza y celo,
«hijos» del Carmelo.
Y si así lo hacemos
los contrarios venceremos
y a la fin descansaremos
con el que hizo tierra y cielo,
«hijos» del Carmelo. Amén.
Laudes
Himno
Carmen
de nuestra Señora,
al
despuntar la alborada,
canta música
callada
en tu soledad sonora.
Hoy
los carmelitas santos
nos
dan a la amanecida
sus
ideales de vida
a cambio de nuestros cantos.
Teresa
con su sencillo
Camino
de perfección
nos
guía por la oración
y virtudes al castillo.
Desde
el eterno horizonte
san
Juan de la Cruz enseña
dónde
llega quien se empeña,
por la subida del monte.
Nimbada
de la fragancia
de sus
rosas, Teresita
a
seguirla nos invita
por el camino de infancia.
Los
santos que en soledad
fueron
de Dios por entero
nos
descubren el sendero
que va a la interioridad.
Los
que emularon el celo
de
Elías y de Teresa
nos
convocan a la empresa
misionera del Carmelo.
Tributemos
homenaje
de
amor a la Trinidad
que
hizo a María heredad
y honor de nuestro linaje. Amén.
Vísperas
Himno
Cantamos
vuestro triunfo, carmelitas celestes,
soldados
valerosos de Cristo coronados,
que
limpios de las tristes, pesadas armaduras,
inmarcesiblemente pobláis los
altos campos.
¡Mártires,
escuadrones de mártires purpúreos;
las
bocas entreabiertas, la palma entre las manos!
¡Vírgenes,
caminantes ejércitos de vírgenes,
que perfumáis los aires con un
vestido blanco!
Y
¡vosotros, también, anacoretas,
terror
de los demonios, lirios ensangrentados,
que en
remotos silencios, admirados de fieras,
sin rozar las ciudades volabais a
los astros!
¡Oh
pueblo luminoso! ¡Carmelo innumerable!
A
vosotros, las fijas estrellas sin ocaso,
nosotros,
peregrinos de las noches oscuras,
os pedimos la lumbre.
¡Celestiales Hermanos! Amén.