La Eucaristía comenzó a las siete de la tarde. Santa Fe no faltó a la cita con su Señor. D. Manuel Reyes, Vicario General, presidió la celebración. Las miradas todas puestas en ese Cristo que desde la Cruz, sana nuestra alma, sana nuestro cuerpo.
El trono bellamente adornado con flores, no hacía más que exaltar aún mas la imagen del Señor de la Salud.
La música, los cantos, nos transportaron al mismo cielo...fueron unos momentos difíciles de olvidar.
Y a medida que íba avanzando la celebración eucarística, caras de preocupación se observaban en todos los que entraban al Templo. Con paraguas en sus manos, chorreando por la lluvia que caía, todo parecía presagiar, que la procesión no íba a ser posible.
Pero igual que aquellos discípulos, que en el lago Tiberiades, se asustaron ante la fuerza del agua, que golpeaba la barca, en la que Jesús dormía...también en aquella tarde, la paz de aquel rostro crucificado, te hacía sentirte especialmente tranquilo, por mucho que escucharas el sonido de la lluvia.
La Junta Directiva de la Hermandad, con la prudencia que estos casos requiere, decidió retrasar la salida...
Y en el momento que la cruz parroquial, asomó por la puerta de este monumental Templo, la lluvia cesó, y sólo el agua sobre el suelo, como queriendo reflejar cada instante de la procesión, y retenerlo para todo el año, nos comunicaba toda la lluvia que había caído, mientras celebrábamos la Eucaristía.
El Señor íba bendiciendo, a cientos de personas, que íban apareciendo por todos los rincones del nuevo itinerario, que se decidió para la procesión. Ojos emocionados, que no apartaban su vista del Señor. Corazones prendidos de sus clavos, por los que su sangre regaba nuestra redención.
Cómo poder describir la emoción de cada instante...hasta que llegamos a la puerta del Templo, y en una chicotá impresionante, el Señor entró en su Tabernáculo, ese que guarda su imagen por unos días al año, para demostrarle su amor, para ser su cirineo, para decirle al mundo entero...que el Señor de la Salud, es la resurrección de nuestro gozo, y que el dolor solo quede en un mal sueño.
De verdad, que cuando fuimos invitados a esta procesión, nos sentíamos abrumados, porque qué hacíamos nosotros, en algo tan especial....estar allí, valió la pena, vivir cada momento, algo único, y desde aquí, queremos agradecer a su hermano mayor, que sin nosotros saberlo, venía año tras año a la procesión de la Virgen del Carmen en Íllora, su invitación, su acogida, su cercanía, y todos los detalles que tuvieron en ese día, que sólo es repetir, la amistad que siempre ofrece, y la sonrisa llena de cariño, que siempre que nos hemos visto, nos ha regalado.
Enhorabuena, porque todo fué, como sólo se merece, el Señor, el Señor de la Salud de Santa Fe.
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