Autor de cerca de un centenar de obras propias (15 libros y 81
opúsculos), tanto en castellano como en catalán, escribió “Camino recto y
seguro para llegar al cielo” (1846), “Catecismo de la Doctrina
Cristiana” (1848) y de otros muchos títulos, todos ellos de carácter
pastoral y espiritual. Del “Catecismo” se han hecho 185 ediciones, con
más de cuatro millones de libros vendidos, y “Camino recto” es, después
de la Biblia, uno de los libros de los que se han hecho más ediciones en
catalán..
La popularidad de Claret queda también de manifiesto en las
instituciones que lo tienen por patrono: los tejedores, la Real Academia
de Bellas Artes de Barcelona, las Cajas de Ahorro y algunas ramas de
Formación Profesional. Otro dato significativo de su vocación
evangelizadora y de su dimensión interdisciplinar y abierta a la
realidad es la fundación por él llevada a cabo en 1858 de la Academia de
San Miguel, en la que pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes
plásticas, el periodismo y las organizaciones católicos de escritores,
artistas y propagandistas. Fue Claret un hombre de diálogo entre fe y la
cultura, un precursor de la pastoral de Medios de Comunicación y un
pastor siempre atento a las fronteras de la evangelización.
El sacerdote
Antonio Claret, hijo quinto del matrimonio compuesto por Juan Claret y
Josefa Clará, comenzó a los 12 años a trabajar en el telar de su padre.
Cinco años después realizó estudios en la Escuela Comercial de la Lonja
de Barcelona con idea de ser ingeniero textil. En el albor de la
juventud sintió la vocación sacerdotal y, con 22 años, tras dudar si
hacerse cartujo, ingresa en el seminario de Vic. En 1835 es ordenado
sacerdote en Solsona y celebra su primera misa en Sallent.
En 1839 marcha a Roma con idea de estudiar en la Congregación de
Propaganda Fide y convertirse en misionero. Allí considera hacerse
jesuita. Pero, un año después, por motivos de salud, regresa a Cataluña.
Es nombrado párroco de Viladrau, y de 1843 a 1847 se dedica a las
misiones populares, recorriendo más de 150 localidades. Funda en
Barcelona la librería “Claret”. Marcha a Canarias como misionero popular
entre 1847 y 1848. A punto está de producirse su nombramiento como
obispo de Canarias.
En 1849 regresa a Vic. El 16 de julio de aquel mismo año funda la
Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Le
acompañaron entonces los sacerdotes Esteban Sala, José Xifré, Manuel
Vilaró, Domingo Fábregas y Jaime Clotet. Tres meses después, en octubre
de 1849, es nombrado arzobispo de Santiago de Cuba, a donde se traslada
un año después.
El obispo
Tras recibir, en 1850, la consagración episcopal en la catedral de
Vic, viaja a Cuba. En el extremo oriental de la isla, en la
archidiócesis primada de Santiago, realiza un magnífico trabajo
evangelizador durante seis años. Organiza la Iglesia local, lucha contra
la esclavitud, crea granjas-escuelas para niños sin techo, promueve
cajas de ahorro de carácter social, predica la igualdad entre blancos y
negros y predica sin cesar…
En 1855, el día 27 de agosto, junto a la madre María Antonia París,
funda las Religiosas de María Inmaculada o Misioneras Claretianas. En
1856 sufre en Holguín un atentado, el más grave de los que fue objeto.
Claret siempre creyó que había salvado su vida gracias a la intercesión
de la Virgen. El atentado tuvo lugar el 1 de febrero, víspera de la
festividad de la Presentación del Señor y Purificación de su Santísima
Madre.
El confesor real
De 1857 a 1868 será el confesor de la Reina Isabel II.
Vive en Madrid y aprovecha los viajes de la Reina para predicar al
pueblo, a sacerdotes y a religiosos. Es nombrado también patrón del Real
Hospital e Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat de Madrid. Funda la
Academia de san Miguel, ya citada. Es nombrado presidente del patronato
del Real Monasterio del Escorial, donde crea un centro espiritual e
intelectual de primer rango. Alienta la fundación de bibliotecas
populares y parroquiales.
En 1868, al estallar en España la revolución que destronaba a Isabel
II, se ve obligado a marchar al exilio, en Francia, junto a la familia
real. En 1869 y 1870 participa en el Concilio Vaticano I, donde defiende
la infalibilidad del Papa, que será objeto después de definición
dogmática.
En Francia vive primero en Prades, en una comunidad claretiana, pero
poco después debe refugiarse en la abadía cisterciense de Fontfroide, en
el sur del país. Allí fallece el 24 de octubre de 1870. El 25 de
febrero de 1934 es declarado beato por el Papa Pío XI y el 7 de mayo de
1950 es proclamado santo por el Papa Pío XII.
Los misioneros claretianos
Su huella permanece viva en la Iglesia a través de la Familia
consagrada y laical por él fundada, particularmente en los misioneros
claretianos. A ellos legó su carisma evangelizador y sus prioridades
centradas en la formación moral, catequética y espiritual, en el diálogo
con el mundo y el uso de sus medios de comunicación, en la promoción
social y en el compromiso por la justicia.
Actualmente los misioneros claretianos son unos dos mil quinientos
religiosos, entre ellos un cardenal y una veintena de obispos. El
cardenal es el portugués José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Obispos españoles claretianos son los españoles Fernando Sebastián, Luis Gutiérrez y el popular Pedro Casaldáliga, los tres ya jubilados. También es de origen español el obispo en Honduras Ángel Garachana. Hay cerca de quinientas comunidades de claretianos en más de sesenta países de toda la Iglesia.
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