Prodigioso y admirable
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
De misericordia Madre,
Vida y dulzura divina;
Esperanza nuestra, Salve;
Nubecilla etc.
Del divino Verbo en carne,
Sálvete Dios, Madre Virgen,
Pues eres Virgen y Madre;
Nubecilla etc.
Vuestros ojos admirables,
Y mirad por vuestros hijos,
Pues que sois piadosa Madre;
Nubecilla etc.
Que en las penas y combates
A ti suspiramos todos
En este lloroso valle;
Nubecilla etc.
De Josafat en el Valle,
Piadoso, pues que nació
De ese cristal admirable;
Nubecilla etc.
A la bondad inefable;
Pues murió para salvarnos,
Por su clemencia nos salve;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
La mirada de la Virgen, aún siendo nítida y clara, siempre será para nosotros un enigma: nunca llegamos a alcanzar totalmente la profundidad desde la que arranca; la belleza que sus ojos destellan; el brillo que nace de su alma.
Pero, entre todas miradas que nos ofrece María, hay algunas que merecen nuestra contemplación y nuestra reflexión:
*La mirada al Niño. Refleja el fruto de su obediencia y de su generosidad. ¡Lo qué te espera, hijo mío! Ya entonces, desde el pesebre, María supo mirar a Jesús sabiendo que -aun siendo suyo- Dios tenía mucho que decir. Lo miró, no solamente con ojos de humanidad, sino con ojos de Madre de Dios.
*La mirada sobre José. Poco nos hablan los evangelios sobre este personaje que cristalizó en sentimientos de amor y de ternura en la vida de María. La Virgen, en momentos de soledad y de prueba, de pobreza y de intimidad, miraría a José con ojos de amiga y de confidente, de compañera y esposa. ¡Cuánto más te miro, José, mas te quiero! ¡Qué especiales tuvieron que ser las miradas de María a José!
*La mirada a nosotros. En el atardecer del Viernes Santo, María, sólo tuvo ojos para Cristo y para Juan. Y, al clavar su mirada en el discípulo amado, los dejó para siempre fijos y clavados en su iglesia; en los millones de hijos e hijas que hemos ido naciendo a lo largo de la historia de nuestro cristianismo.
-Venimos, en este tiempo de la Pascua, porque necesitamos ser mirados por los ojos de la Madre.
-Venimos, en este mes de mayo, porque no podemos vivir sin un rayo de su presencia
-Venimos, en el mes de las flores, porque sus ojos son referencia para los nuestros. Para los que desean mirar con la misma pureza, alegría y bondad que destellan los ojos de María.
Dejamos, delante de Ella, este "colirio". Queremos representar nuestro deseo de ver las cosas con la misma profundidad y nitidez de María.
ORACIÓN
Yo también quisiera poseer, Santa María,
ojos tan lúcidos como los tuyos.
Para comprender el Misterio que te hace grande
Para entender la Palabra que te hizo feliz
Para no perder los caminos que conducen
a la alegría viva y permanente que brota en el cielo.
Yo también quisiera tener tus ojos, Santa María,
para descubrir definitivamente a Jesús
y no perderlo ante tanto escaparate que la vida me ofrece.
Yo también quisiera tener tus ojos, Santa María,
y por encima de valles y de montes
saber que me espera un horizonte en Dios
con los brazos abiertos.
¿Cómo conseguir tu mirada?
¿Cómo alcanzar tu vista?
¿Cómo mantener la nitidez de tus ojos?
"Sólo con la oración", me respondes Santa María,
se limpian tanto los ojos como el alma
Sólo con la obediencia
se alcanza a ver lo que el mundo niega
Sólo con la confianza
los ojos llegan donde el hombre no atina
Sólo con la sencillez
los ojos traspasan lo que la inteligencia nos dificulta
¡Ayúdame, Santa María!
Dame esos ojos grandes que ven a Dios
Dame esos ojos limpios que contemplan a Cristo
Dame esos ojos penetrados por los rayos del Espíritu
Y, si acaso no puedo,
sólo te pido que no dejes de mirarme.
Amén.
1ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque me habéis dado vuestro Escapulario. Dios te salve, María, etc.
2ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois salud de mi alma. Dios te salve, María, etc.
3ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los tronos, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me protegéis contra todos los peligros.Dios te salve, María, etc.
4ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis una y mil veces; las dominaciones, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me defendéis de las tentaciones del enemigo. Dios te salve, Maria, etc.
5ª. Madre mía del Carmen y Reina de mi corazón, bendita seáis; los querubines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois la paz y la alegría de mi alma. Dios te salve, María, etc.
6ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los arcángeles, los justos y los santos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me habéis hecho especialísimo hijo vuestro. Dios te salve, María, etc.
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