Jueves Santo...Dios es amor, es alimento, es cercanía, es entrega generosa y libre, es luz... Así quedó el Altar de la Reserva del Jueves Santo, y muchas fueron las personas que ante Él rezaron, agradecieron, suplicaron...
Gracias a las personas que dirigieron momentos de oración, gracias a la Hermandad del Santísimo Sacramento y San Rogelio mártir, por ser los primeros en ofrecerse para mantener un clima de oración, y organizar turnos de personas, para estar en todo momento junto al Señor.
YO
PENSABA
Yo pensaba que el hombre
era grande por su poder,
grande por su saber,
grande por su valor.
Yo pensaba que el hombre
era grande y me equivoqué
pues grande es sólo Dios.
era grande por su poder,
grande por su saber,
grande por su valor.
Yo pensaba que el hombre
era grande y me equivoqué
pues grande es sólo Dios.
SUBE
HASTA EL CIELO Y LO VERÁS, QUE PEQUEÑITO EL MUNDO ES, SUBE HASTA EL CIELO Y LO
VERÁS.
COMO UN JUGUETE DE CRISTAL, QUE CON CARIÑO HAY QUE CUIDAR, SUBE HASTA EL CIELO Y LO VERÁS.
COMO UN JUGUETE DE CRISTAL, QUE CON CARIÑO HAY QUE CUIDAR, SUBE HASTA EL CIELO Y LO VERÁS.
Muchas veces el hombre buscaba ser como Dios, quería ser como
Dios, soñaba ser como Dios.
Muchas veces el hombre soñaba y se despertó pues grande es sólo Dios.
Muchas veces el hombre soñaba y se despertó pues grande es sólo Dios.
SUBE
HASTA EL CIELO Y LO VERÁS, QUE PEQUEÑITO EL MUNDO ES, SUBE HASTA EL CIELO Y LO
VERÁS.
COMO UN JUGUETE DE CRISTAL, QUE CON CARIÑO HAY QUE CUIDAR, SUBE HASTA EL CIELO Y LO VERÁS.
COMO UN JUGUETE DE CRISTAL, QUE CON CARIÑO HAY QUE CUIDAR, SUBE HASTA EL CIELO Y LO VERÁS.
Caminando por la vida hay veces que encontrarás, cosas que
extrañarás, hombres que admirarás.
Caminando por la vida hay veces que pensarás que el hombre es como Dios.
Caminando por la vida hay veces que pensarás que el hombre es como Dios.
SUBE
HASTA EL CIELO Y LO VERÁS, QUE PEQUEÑITO EL MUNDO ES, SUBE HASTA EL CIELO Y LO
VERÁS.
COMO UN JUGUETE DE CRISTAL, QUE CON CARIÑO HAY QUE CUIDAR, SUBE HASTA EL CIELO Y LO VERÁS.
COMO UN JUGUETE DE CRISTAL, QUE CON CARIÑO HAY QUE CUIDAR, SUBE HASTA EL CIELO Y LO VERÁS.
INTRODUCCIÓN
Queremos estar con Jesús en estos momentos de
soledad y oración.
Queremos recordar sus palabras y sus gestos
de esta tarde para que no se nos olviden, que sean luz y vida para nosotros.
Queremos esta noche estar muy cerca de Jesús,
escucharle, acompañarle.
Queremos adentrarnos en el misterio de su
amor y de su dolor.
No lo agotaremos, porque es misterio y porque
se sigue prolongando hoy.
Todos:
Aquí no hace frío,
hace calor, porque estás tú, Señor.
Aquí
no es de noche, es de día, porque estás tú, Señor.
Aquí
no hay desesperación, hay esperanza, porque estás tú, Señor.
Aquí
no hay violencia, hay paz, porque estás tú, Señor.
Aquí
no hay división, hay comunión, porque estás tú, Señor.
Oración:
Sentimos,
Señor, tu presencia amistosa y resucitada.
Gracias
por quedarte con nosotros.
Nos
miras con amor inmerecido, un amor que nos limpia y recrea.
Enciende
nuestro amor con tu palabra.
Gracias,
Señor, por tu amor y tu palabra
¡Quédate
siempre con nosotros!
1-EL MANDAMIENTO DEL AMOR
“Amaos
unos a otros como yo os ha amado”. Antes de que Jesús nos diera el mandamiento
del amor estaba la realidad de su amor. “Él
nos amó primero” y de qué manera. Llegó hasta el extremo, hasta dar la
vida.
La primera verdad, la primera buena noticia
que Jesús nos da, es que somos amados, que Dios nos ama. Entonces, si Dios nos
ama, ya no hay nada que temer. “Nada ni
nadie nos puede separar del amor de Dios”.
Vamos a dejarnos amar, vamos a sentir la
fuerza y la ternura de su amor, y vamos a tratar de corresponder confiando en
él, abandonándonos a él, amándole con todo el corazón. (Oración en silencio)
Todos:
Porque has querido lavarme los pies y el
corazón, gracias, Señor.
Porque me has perdonado, gracias, Señor.
Porque me has curado, gracias, Señor.
Porque me has sentado a tu mesa, gracias,
Señor.
Porque te has hecho para mí alimento y
bebida, gracias, Señor.
Porque me has hecho partícipe de tu misma
vida, gracias, Señor.
Porque me has regalado tu Espíritu, gracias,
Señor.
Amaos unos a otros
Dios nos ama para que nos amemos. El amor no
es un tesoro que se guarda, sino una energía que se desarrolla, un espíritu que
se difunde. El que es amado vivirá en el amor, porque “el amor saca amor”.
Nuestra vida entera está marcada por el amor
de Jesús. Dios nos ama no tanto para que le amemos, sino para que nos amemos:
*Un amor hecho servicio, disposición para
lavar los pies de los hermanos.
*Un amor ungido en la misericordia, el
perdón, la compasión, la ternura.
*Un amor de amistad y cercanía, de
integración y comunión, superando distancias y diferencias, prejuicios y
rivalidades, el amor de corazón.
*Un amor marcado por la generosidad, que no
retiene, que abre la mano, que comparte, que se hace pobre, el amor de los
panes y los dineros.
*Un amor de entrega, que da de sí mismo, de
su tiempo y sus talentos, que se da a sí mismo, hasta el fin. (Oración
en silencio)
Cristo, fuente de
todo amor
Tú, Cristo, fuente de
todo amor,
te hiciste pobre con
los pobres,
hermano de todos y
consuelo de los afligidos.
Tú, Cristo, fuente de
todo amor,
diste de comer a la
humanidad hambrienta,
amaste a los niños,
te compadeciste de la
viuda
y socorriste al que
te necesitaba.
Tú, Cristo, fuente de
todo amor,
enséñanos tu amor, tu
manera de compartir, tu solidaridad,
para que viéndote te
sigamos
amando, compartiendo,
siendo solidarios.
Tú, Cristo, fuente de
todo amor,
entra en nuestra vida
con todo tu amor,
haz de nosotros
instrumentos humildes
para ayudar a nuestros
hermanos.
Tú, Cristo, fuente de
todo amor,
estás en el parado,
en el drogadicto, en el alcohólico,
en el niño
abandonado, en el explotado y oprimido,
en el enfermo y en
todo marginado.
Tú, Cristo, fuente de
todo amor,
despierta en nosotros
un corazón tan grande
que sintamos los
problemas de los hermanos como nuestros,
y que nuestras manos
sean tus manos que se
tienden al pobre necesitado.
Como el padre me amó
yo os he amado Permaneced en mi amor, permaneced en mi amor.
1.- Si guardáis mis palabras y como hermanos os amáis, compartiréis con
alegría el don de la fraternidad.
2.- Si os ponéis en camino sirviendo siempre a la verdad, fruto
daréis en abundancia, mi amor se manifestará.
3.- No veréis amor más grande como aquel que yo os mostré, yo doy
la vida por vosotros, amad como yo os amé.
4.- Si hacéis lo que os mando y os queréis de corazón
compartiréis mi pleno gozo de amar como El me amó.
2. LA NOCHE DE GETSEMANÍ
1.Jesús asume y redime el sufrimiento
humano
Se hizo de noche en el corazón de Jesús.
Después de los momentos luminosos de la cena, todas sus lámparas se apagaron.
“Toma
consigo a Pedro, Santiago y Juan y empezó a sentir pavor y angustia”
Lo que
siente Jesús en estos momentos es también un misterio. Todas las tinieblas
humanas entran en su alma.
Queremos entrar esta noche en el corazón de
Jesús para experimentar en Él todo lo que sintió en estos momentos de
sufrimiento.
*Jesús siente tristeza mortal. “Mi alma está triste hasta el punto de
morir”. Todas las depresiones del mundo dentro de Jesús. Claro que se puede
morir de tristeza. Esta tristeza es peor que cualquier enfermedad. Jesús tenía
razones para semejante tristeza: los acontecimientos que se acercaban, la
reacción de los discípulos, el silencio del Padre…Otras veces no hay razones,
pero es lo mismo. Jesús asume toda la tristeza humana, nuestras penas y
nuestras lágrimas. (Oración en silencio)
*Jesús siente angustia, miedo total. Difícil
definir esa angustia de Jesús, la ansiedad. El no tener ningún punto de apoyo,
sentir el alma “en carne viva”. Y el terror, porque sabe lo que le espera.
Jesús temblaba de angustia y de miedo, caído en tierra. Asume así nuestros miedos
¡son tantos! Y nuestras angustias horrorosas. (Oración en silencio)
*Jesús siente repugnancia ante la realidad
que está viviendo, ante el cáliz que se le ofrece. “¡Aparta de mí este cáliz!”. En esa copa están todos los dolores y
las amarguras. Están los dolores y angustias que nos tocan tantas veces en la
vida. (Oración en silencio)
*Jesús siente el desencanto y el absurdo. No
encontraba sentido a tanto sufrimiento y desgarro. ¿Por qué y para qué? ¿No
podrían hacerse las cosas de otra manera? ¿Qué adelantas, Padre, con mi muerte
y mi fracaso? Es el sinsentido y el absurdo a veces de la existencia humana.
Tantos trabajos y preocupaciones ¿para qué? Desengaños, desencantos, el vacío
de la vida. (Oración en silencio)
*Jesús siente soledad. Ahí están tres discípulos
muy cerca, pero están muy lejos, no comprenden nada. La gente, la mayoría del
pueblo, le va a dar la espalda. Pero lo que mata a Jesús es el abandono del
Padre. ¿Es que no oye? ¿Es que no me quiere? ¿Es que no existe? (Oración en silencio)
2. Los discípulos duermen
La escena de Getsemaní ofrece otro contraste
dramático, como el de la última cena. Mientras Jesús agoniza, los discípulos
duermen. Pueden más en ellos el cansancio y el sueño que la situación y el
ruego del amigo. Ni Pedro, ni Juan ni Santiago estuvieron a la altura de las
circunstancias. ¡Qué bueno hubiera sido que acompañaran a Jesús, aunque no
dijeran nada!
Nos pasa a nosotros muchas veces. No sabemos
o no somos capaces de estar cerca del hermano o del amigo que nos necesita. Nos
pide una palabra, un gesto, una presencia comprensiva, pero nosotros dormimos,
vamos a lo nuestro.
Dormimos:
+Cuando no escuchamos la Palabra de Dios o el
grito del hermano.
+Cuando nos resbala el problema del otro.
+Cuando ignoramos el sufrimiento ajeno y nos
encerramos en el nuestro.
+Cuando no hacemos frente a nuestras
responsabilidades.
+Cuando vivimos atados por nuestros
caprichos, diversiones o adicciones.
+Cuando no somos conscientes del momento que
vivimos.
+Cuando no nos abrimos a Dios ni lo buscamos.
(Oración
en silencio)
Oración
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?
Te grito, Dios, y tú estás distante.
Te grito, Dios y no tienes palabra para
conmigo.
Te grito de noche, y mi voz se pierde en el
eco.
Te grito y no me haces caso, ¡Dios, Dios mío!
Me han dicho que a quién confía en ti Tú lo
pones a salvo.
Me han dicho que gritaban y tú los dejabas
libres.
Me han dicho que en ti ponían su confianza y
que nunca los defraudaste.
¡No sé nada de eso! ahora no entiendo de
confianza.
Sólo sé gritar: Dios mío, y quedarme a solas
en un grito.
Tú me llamaste a la vida, me guardaste entre
tus manos.
Tú eres mi Dios, aunque nada sienta.
No te quedes lejos, Dios mío, que el peligro
está cerca y nadie me socorre.
Me siento apretado contra el polvo de la
muerte.
Me veo despojado, desnudo, sin fuerzas.
Soy como un payaso de quien todos se ríen.
Tú, Señor, fuerza mía, no te quedes lejos.
Ven corriendo a auxiliarme.
Mira mi vida, mi única vida y sálvala.
Aunque no te veo,
aunque me siento abandonado,
aunque me encuentro solo en la prueba,
aunque no tengo fuerzas para resistir,
aunque la tentación se hace dura en mis
carnes,
tú seguirás siendo mi Dios en quien confío.
Yo seré como un niño abandonado en los brazos
de su madre.
Y diré a las gentes
que tú eres misericordia para este pobre
desgraciado,
que tú eres compasión para mi vida rota,
que tú eres mi salvador en la oscuridad de la
noche.
Soy un desvalido y espero comer tu don hasta
saciarme.
Te alabo aunque no veo tu rostro.
No adoréis a nadie, a nadie más que a El. No adoréis a
nadie, a nadie más que a El. No adoréis a nadie, a nadie más, no adoréis a
nadie, a nadie más, no adoréis a
nadie, a nadie más que a El.
Porque sólo El nos puede sostener, porque sólo El nos puede sostener. No
adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a
nadie, a nadie más que a El.
3. El ángel del consuelo
Jesús luchó agónicamente sintiendo a fondo la
tentación. Como en el desierto, su arma victoriosa fue la oración. Durante
aquella lucha repetía machaconamente: ¡Padre! ¡Padre! Sólo pronunciar estas
palabras le hacía bien. Padre, si es posible… se podría, quizás, esperar un
poco. Podría darse algún signo más convincente de que Tú estás conmigo. “Pase de mí este cáliz”, o endúlzalo un
tiempo, que yo vea la necesidad de beberlo y el fruto que va a producir. Padre,
vamos a negociar este tema.
“Pero
no lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú”. Perdona, Padre, no hagas caso de lo
que te digo. Tu voluntad sobre la mía. Siempre encontramos razones para hacer
lo que queremos. No, Padre, lo que Tú quieras.
La batalla estaba vencida, y el Padre se hizo
presente como luz y como fuerza. Las tinieblas huyeron del corazón de Jesús.
Por muy negra que se vea la situación, siempre es posible abrirse a la
esperanza. “Entonces se le apareció un
ángel venido del cielo que lo confortaba”.
Jesús se hizo tan débil que necesitó el
consuelo de un ángel. Le haría ver que no estaba solo, que el Padre lo amaba;
que era necesaria esta muerte dolorosa. Entendería que ésta era la respuesta de
Dios al sufrimiento humano, que así podría compartir el sufrimiento de los
hombres; y que ya todo sufrimiento –el dolor, la tristeza, la agonía, el miedo-
quedaba redimido y santificado.
No nos extrañemos. Todos necesitamos el ángel
del consuelo. Pero todos podemos ser también ángeles del consuelo, el que
comprende e ilumina, el que comparte y alivia. ¡Se necesitan muchos ángeles
así!
Recordamos y agradecemos a quienes están
siendo hoy ángeles del consuelo en nuestro mundo y entre nosotros.
(Oración
en silencio)
Oramos de forma espontánea:
*Presentamos ante el Señor a los que más
sufren entre nosotros.
*Damos gracias por tanto amor y tantos dones
como recibimos de Dios.
Padrenuestro
EUCARISTÍA,
MILAGRO DE AMOR.
1.
Pan
transformado en el cuerpo de Cristo. Vino transformado en la sangre del Señor.
EUCARISTÍA,
MILAGRO DE AMOR, EUCARISTÍA, PRESENCIA DEL SEÑOR. (BIS).
2.
Cristo
nos dice tomad y comed: este es mi cuerpo que ha sido entregado.
3.
Cristo
en persona nos viene a liberar de nuestro egoísmo en la división fatal.
4.
Oh
gran invento de Cristo, sabio y bueno, para alimentarnos con su sangre y con su
cuerpo.
5.
Con
este pan tenemos vida eterna. Cristo nos invita a la gran resurrección.
6.
Este
alimento renueva nuestras fuerzas, para caminar a la gran liberación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, utiliza un lenguaje que no sea ofensivo para nadie. Gracias.