INTRODUCCIÓN
La vida es un camino de cruz para toda persona.
¿Acaso no hay en la vida sufrimientos, caídas,
injurias, rechazos, condenas, muerte, sepultura?
Pero también existe la alegría, el gozo, la
satisfacción.
¡Existe la Resurrección!
Juntos recorramos con María este camino al Calvario y
aprendamos de Ella la fortaleza, la confianza, el abandono en el Padre.
Por la señal de la Santa Cruz…
Señor mío, Jesucristo…
OREMOS
Te
rogamos, Señor nuestro Jesucristo, que interceda ante tu clemencia la
bienaventurada Virgen María, tu Madre, y Madre nuestra, cuya alma atravesó la
espada de dolor en la hora de tu Pasión.
Lo
pedimos por ti, oh Jesucristo, Salvador del mundo, que vives y reinas con el
Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Era el viernes por la
mañana, cuando vi a mi hijo. Era la primera vez que lo veía desde que lo
tomaron preso. Su destrozada y sangrante piel, clavó una espada de profundo
dolor en mi corazón y las lágrimas rodaron por mis mejillas. Entonces, Pilatos,
desde su tribunal de juez preguntó al gentío ¿porqué querían ejecutar a mi
hijo? Todos a mi alrededor vociferaron ¡crucifícalo! Desee ardientemente
pedirle que parara, pero yo
sabía que esto tenía que suceder, y así, me quedé de pie, llorando en silencio.
Señor Jesús: Me es muy difícil imaginar la angustia
que tu Madre sintió al ver cómo te condenaban, pero, ¿acaso no te condeno yo
también cuándo guardo rencor? ¡crucifícalo!
¿Cuando juzgo a los otros? ¡crucifícalo!
¿No provocan lágrimas de angustia en los dos, en ti y
en Tu Madre cada mal que hago a los demás? ¡Perdóname, Jesús!
Segunda Estación: Jesús toma su cruz
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Tomando un poco de nuevas
fuerzas caminó junto con el gentío hasta la entrada de la plaza. Los soldados
se burlaban a sus espaldas cuando la puerta se abrió con violencia.
Mi hijo casi se caía. Dos
hombres arrastraron una pesada cruz de madera y la echaron sobre sus espaldas.
Después lo empujaron violentamente a la calle. Mi dolor al verlo fue insoportable.
Hubiera querido quitarle la cruz y llevarla yo.
Sabía que esto tenía que
suceder, y así, caminé en silencio.
Señor Jesús: Te suplico que perdones las muchas veces
que he aumentado el peso de tu cruz, cerrando los ojos ante el dolor y la
soledad del prójimo. Perdóname por murmurar de los demás y por tratar siempre
de buscar excusas para no estar ni encontrarme con las personas que considero
molestas. Ayúdame a ser como María, siempre buscando aligerar las cruces de los
demás. ¡Perdóname, Jesús!
Tercera Estación: Jesús cae por primera vez
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Seguía de cerca tras de mi
hijo, mientras tambaleante se dirigía al calvario. Nada nunca me había herido
tanto como verlo ahora en tanto dolor. Vi la cruz abriéndose camino en la carne
de sus espaldas. Mi corazón desfalleció cuando lo vi caer de cara al suelo, con
la cruz cayéndole de lleno en su espalda. Por un momento pensé que mi amado
hijo estaba muerto. En ese momento todo mi cuerpo comenzó a temblar. Entonces
los soldados lo patearon. Él se levantó lentamente y comenzó de nuevo su
camino, a pesar de que continuaron azotándolo. Hubiera querido protegerlo con
mi propio cuerpo. Yo sabía que esto tenía que suceder, y así, caminé y lloré en
silencio.
Señor: ¿Cuántas veces te he visto caer y a diferencia
de María te he dejado ahí, sin importarme? ¿Cuántas veces he visto a otra gente
cometer errores y me he burlado de ellos? ¿Cuántas veces me he sorprendido enojándome
porque alguien piensa diferente de mí? María te ofreció su apoyo durante toda
Tu pasión. Ayúdame a hacer lo mismo por Ti, brindando apoyo a los demás. Señor:
¡Ten misericordia de mí!
Cuarta Estación: Jesús se encuentra con su afligida
Madre
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Me abrí paso entre el gentío
y caminé junto a mi hijo. Lo llamé a gritos, se detuvo. Nuestros ojos se
encontraron, los míos, llenos de lágrimas y angustia; los de Él, llenos de
dolor y confusión. Me sentí desesperada y entonces sus ojos me dijeron ¡ánimo!,
todo esto servirá para algo. A medida que tambaleante caminaba, supe que tenía
razón, y así, lo seguí y recé en silencio.
Señor Jesús: ¡Perdóname las muchas veces que nuestros
ojos se encontraron y yo cambié mi mirada! ¡Perdóname las veces que cuando las
cosas no se hicieron a mi manera, se lo hice saber a todos! ¡Perdóname las
veces que perdí la tranquilidad por pequeños inconvenientes o me desanimé y no
puse atención a tus llamados a tener ánimo! Sí, Señor, nuestras miradas se han
cruzado muchas veces, pero sin fruto.
Quinta Estación: Simón de Cirene ayuda a Jesús a
cargar su cruz
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Yo debería ahora verme
completamente desamparada, al mirar a mi hijo tratando de cargar su pesada
cruz. Cada uno de sus pasos parecía ser el último. Sentí todos sus dolores en
el corazón y desee ardientemente que todo llegara a su final. En ese momento
noté un alboroto cerca de Jesús. De entre el gentío los soldados empujaron a un
hombre que se resistía. Lo obligaron a tomar parte de la cruz para aligerar su
peso a mi hijo. El hombre preguntó a los soldados ¿porqué tenía que suceder
así? ¡Yo sabía porqué! Y así, lo seguí en silencio.
Señor Jesús: Muchas veces me he negado a ayudarte, he
sido un egoísta. Muchas veces he puesto en duda tu palabra. No me dejes
permanecer como Simón, ayúdame a ser como tu Madre María que siempre te siguió
y obedeció en silencio.
Sexta Estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
A medida que seguía de cerca
a Jesús, una mujer empujó a un lado a los soldados. Se quitó el velo y comenzó
a limpiar el rostro sudoroso y ensangrentado de mi hijo. Los soldados la
jalaron inmediatamente. El rostro de aquella mujer parecía decir: ¿Por qué
hacen esto con Él? Yo lo sabía, y así, caminé en la fe, en silencio.
Señor: Esta mujer te dio lo mejor que tenía y yo, por
el contrario, más bien he deseado recibir que dar. Diariamente se me han
presentado muchas oportunidades para darte algo, dándome a los demás y las he
dejado pasar. Salvador mío: nunca me dejes preguntar de nuevo ¿por qué?, sino
ayúdame a darte todo lo que tengo.
Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
De nuevo mi Hijo cae y de
nuevo mi dolor era abrumador, de solo pensar que podía morir. Comencé a caminar
hacia Él, pero los soldados me lo impidieron. Él se levantó y tambaleó
lentamente hacia adelante.
Viendo a mi hijo caer y
levantarse de nuevo y seguir, mi angustia era más amarga. Y así, sabiendo que
esto tenía que suceder, caminé en silencio.
Señor: De todas las gentes, María fue tu más fiel
seguidora no deteniéndose nunca, a pesar del dolor que sintió por ti. Muchas
veces me he apartado de ti por mis pecados y he inducido a otros a apartarse de
ti. Te pido que tengas misericordia de mí.
Octava Estación: Jesús consuela a las piadosas mujeres
de Jerusalén
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Iba caminando unos pasos
atrás de Jesús, cuando vi que se detuvo. Algunas mujeres estaban ahí, llorando
por Él, compadeciéndose de mi hijo.
Jesús les dijo que no
derramaran lágrimas por Él. Ellas tuvieron la oportunidad de aceptarlo como
Mesías. Como muchos otros, también ellas lo rechazaron. Les dijo que más bien
derramaran lágrimas por ellas mismas, lágrimas que les llevara a la
conversión.
Ellas no veían la relación entre
la salvación y el camino de mi hijo a la muerte. Yo sí, y así, caminé y lo
seguí en silencio.
Hoy Señor, también Tú nos ofreces palabras de ánimo y
de consuelo en medio de nuestros sufrimientos. En esta estación, pensamos en
todas las madres, que tienen el corazón roto, por la tragedia de los
Alpes…pensamos en la madre del piloto, que decidió poner fin a su vida y a la
de 150 personas inocentes… qué dolor tan grande para ella, perder a su hijo, y
saber que ha sido el motivo de la muerte de tantas personas… ¡Cuánto dolor es
capaz de acumular el corazón de una madre!
Señor, por todos las madres del mundo que sufren, te
suplicamos tu paz, tu amor, tu consuelo.
Novena Estación: Jesús cae por tercera vez
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Con esta caída de Jesús
comenzó la agonía para mí. No solamente cayó nuevamente en el suelo pedregoso,
sino que estaba ya por llegar a la cima de la crucifixión. Los soldados le
gritaron y lo maltrataron, casi hasta arrastrarlo en sus últimos pasos.
Imaginando cuál sería la siguiente injuria que le harían, se me destrozó el
corazón. Yo sabía que esto tenía que suceder, y así, subí al calvario detrás de
Él, en silencio.
Jesús: Reconozco que muchas veces he tendido mi mano
para ayudar a la gente, pero cuando esto me trae inconvenientes o me causa
sufrimiento, los dejo, poniendo pretextos.
Ayúdame, Señor, a ser como María, tu madre, y nunca
retirar el apoyo de mi mano a quienes lo necesiten.
Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Con mi hijo finalmente
aligerado del peso de la cruz, pensé que podría tener oportunidad de descansar,
pero los soldados comenzaron luego a arrancarle las ropas de su piel llena de
sangre coagulada. El ver a mi hijo en tanto dolor me fue insoportable, y así,
sabiendo que todo esto tenía que suceder, me quedé de pie, llorando en
silencio.
Señor: A mi manera yo también te he desnudado, he
despojado a otros de su buena fama con murmuraciones sin sentido y despojé de
su dignidad a seres humanos con mis prejuicios. Jesús: Te he ofendido de muchas
maneras a través de las ofensas hechas a otros. Ayúdame a verte en todas las
gentes.
También hoy, muchos hermanos nuestros son despojados
de todo, de su familia, de sus propiedades, de su propia vida, sólo por ser
cristianos… pueblos enteros arrasados, quemados, y vendidas sus mujeres y sus
hijas como esclavas… y a pesar de todo, no renuncian a su fe.
Señor, danos la valentía de estos cristianos
perseguidos, que incluso ante la muerte, no se despojan de su fe.
Décima Primera Estación: Jesús es clavado en la cruz
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Al tiempo que arrojaban a
Jesús sobre la cruz, voluntariamente dejó que lo clavaran. Cuando agujeraron
sus manos y sus pies, sentí el dolor en mi corazón. Después levantaron la cruz.
Ahí estaba mi hijo, al que tanto amaba, siendo despreciado a medida que luchaba
hasta los últimos momentos de su vida terrena. Yo sabía que esto tenía que
suceder, y así, permanecí de pie y oré en silencio.
Señor: ¡Cuánto dolor soportaste por mi! y ¡cuánto
dolor tu Madre sufrió viendo a su único Hijo morir por amor a mí!
Si tú mueres por amor a mí…¡cómo yo no puedo perdonar
de corazón, como yo no puedo acoger sin distinción, cómo yo puedo aprovecharme
de los demás…cómo no aprendo la lección que Tú me das con tu muerte.
Décima Segunda Estación: Jesús muere en la cruz
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
¿Qué más doloroso
sufrimiento puede haber para una Madre, que ver morir a su hijo enfrente de sus
ojos? Yo, que traje al mundo al Salvador y que lo vi crecer, estuve de pie,
impotente bajo la cruz.
Al tiempo que inclinaba su
cabeza y moría, su angustia terrena había terminado, pero la mía, era más
terrible que nunca, pero esto tenía que suceder y lo había aceptado, y así,
permanecí de pie y sufría en silencio.
¡Ten misericordia de mí por lo que mis pecados te han
hecho y a los demás! Te doy gracias por tu gran acto de amor. Tú dijiste que el
verdadero amor es dar la vida por los amigos. Permíteme ser siempre tu amigo.
Enséñame a vivir mi vida para los demás y a no defraudarte otra vez.
Décima Tercera Estación: Jesús es bajado de la cruz
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
El gentío se fue. El
alboroto se terminó. Yo me quedé de pie silenciosamente, con uno de los amigos
de Jesús. Miré el cuerpo muerto de nuestro Salvador, mi Hijo. En ese momento,
dos hombres bajaron el cuerpo de la cruz y lo depositaron en mis brazos. Un
profundo dolor se apoderó de mi ser, pero al mismo tiempo sentí una profunda
alegría. La vida había terminado cruelmente para mi Hijo, pero esa misma muerte
trajo la vida para todos nosotros. Yo sabía que todo esto tenía que suceder, y
así, oré en silencio.
Señor: Tu pasión terminó, pero, tu pasión continúa en
cada ser humano que muere de hambre, en cada niño que es vendido para órganos,
para abusar de él, en todo hombre y en toda mujer, que sufren de cualquier
manera…tu pasión continúa en el rostro del enfermo, en el rostro del anciano
abandonado de su familia, en el corazón de quién ha perdido la ilusión y la
esperanza…tu pasión continua, en quién destruye la creación, y destruye al ser
humano.
Ayúdame a ser
piedra que construya, en medio de un mundo, que se empeña en destruir todo lo
creado por el Padre.
Décima Cuarta Estación: Jesús es sepultado
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
Llevamos el cuerpo de Jesús
a una tumba y yo misma lo coloqué ahí. Llorando en silencio, alegrándome en
silencio, eché una mirada más a mi amado Hijo y después salí.
Cerraron la tumba y antes de
que me fuera pensé: Yo sabía que todo esto tenía que suceder, que tenía que
suceder por ti y que tenía que esperar con fe, en silencio.
Esto tenía que suceder por el amor que me tienes y no
por otra razón. Lo único que te pido es que viva una vida llena de amor también
a los demás, en dónde puedo descubrirte como la mejor de las imágenes.
Vivir así, supone muchas renuncias…la primera a mí
mismo, a ser el centro de todo, y a poner en ese centro a Ti, Señor. Poniéndote
a Ti, y dejándome guiar por Ti…se abre un camino de esperanza ante mi vida.
Décima Quinta Estación: Jesús resucita de entre los
muertos
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi
pecador. Amén.
No podría estar más
agradecida por el sacrificio de mi Hijo por nosotros. Sin embargo, que vaciedad
sentí tratando de vivir sin Él, amándole tanto como le amo, pero solamente dos
días más tarde esta vaciedad se llenó más allá de lo creíble.
¡Él había resucitado!
¡Nuestro Salvador abrió las puertas de la nueva vida!
Esta es la manera como tenía
que suceder, porque su amor inmortal por ti no podía detenerse ante nada. Ahora
me alegraría para siempre y no en silencio.
¡Gracias Señor, por tan interminable amor que me ayuda
a levantarme de mi propia maldad! Intentaré otra vez vivir una vida mejor.
Ayúdame a recordar siempre tu amor, Madre de nuestro Salvador Resucitado:
Enséñame a ser como Tú y en mi amor a los demás, devolverle su amor.
ORACIÓN FINAL
Oración
Señor Jesús, con tu Resurrección triunfaste sobre la muerte y vives para siempre comunicándonos la vida, la alegría, la esperanza firme.
Tú que fortaleciste la fe de los apóstoles, de las mujeres y de tus discípulos enseñándolos a amar con obras, fortalece también nuestro espíritu vacilante, para que nos entreguemos de lleno a Ti.
Queremos compartir contigo y con tu Madre Santísima la alegría de tu Resurrección gloriosa.
Tú que nos has abierto el camino hacia el Padre, haz que, iluminados por el Espíritu Santo, gocemos un día de la gloria eterna.
Señor Jesús, con tu Resurrección triunfaste sobre la muerte y vives para siempre comunicándonos la vida, la alegría, la esperanza firme.
Tú que fortaleciste la fe de los apóstoles, de las mujeres y de tus discípulos enseñándolos a amar con obras, fortalece también nuestro espíritu vacilante, para que nos entreguemos de lleno a Ti.
Queremos compartir contigo y con tu Madre Santísima la alegría de tu Resurrección gloriosa.
Tú que nos has abierto el camino hacia el Padre, haz que, iluminados por el Espíritu Santo, gocemos un día de la gloria eterna.
El Señor esté con vosotros.
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo
y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Podéis ir en paz.
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