Al caer de la tarde, de un día de San Francisco de Asís, una Rosa abrió sus pétalos, que como lluvia de bendiciones, fué derramándose por las calles de Chauchina, entre tantos corazones, cómo a la Reina del Rosario, con plegarias y flores, iban dando gracias a Dios, por habernos dado a tan Hermosa Madre, con un amor tan desmedido, por cada uno de sus hijos, por todos los que andan metidos en tantos afanes, que si no fuera por Ella, por esa Señora y Madre, no podrían levantarse del miedo, la angustia y los quebrantos...pero que mirándola a Ella, como la Estrella que nos guía y nos ilumina, siempre encuentran el camino para llegar el mejor puerto, que siempre es para nosotros: Jesucristo.
¡Ole por esas costaleras! ¡Ole por esa Hermandad Sacramental del Espino! ¡Ole por toda esa gente buena, que no atiende a horas, a esfuerzos o sacrificios, que sólo le preocupa la fe en Chauchina y ofrecerle a Ella y a Jesucristo, lo mejor de sus corazones...que es tanto, y de un valor tan rico!
La noche del Sábado en Chauchina, tenía olor a gladiolo, iluminaba Ella más que la luna que se íba llenando, y entre pétalos y vitores a la Señora...su Hijo a todos íba bendiciendo y escuchando...las oraciones y súplicas, que brotaban del corazón, de unos hijos agradecidos a esa Bendita Madre de Dios.
¡Viva la Virgen del Rosario!
¡Viva la Patrona de Chauchina!
¡Viva Jesús Sacramentado, en brazos de Custodia tan divina!
¡Vivan esas dos costaleras buenas...que de Íllora a Chauchina peregrinan!
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